Por: Maximiliano Catalisano

La escuela es mucho más que un edificio donde se enseñan contenidos. Hoy es también un espacio digital donde circulan datos, imágenes, conversaciones y todo tipo de información personal. La tecnología llegó a las aulas para quedarse, y con ella aparecieron nuevos desafíos: ¿cómo protegemos los datos de estudiantes y docentes? ¿cómo cuidamos la privacidad en un mundo hiperconectado? ¿cómo se construye una cultura digital responsable dentro de la comunidad educativa?

Las escuelas manejan una enorme cantidad de información sensible. Nombres, documentos, teléfonos, direcciones, situaciones familiares, calificaciones, informes médicos o fotografías. Toda esa información debe estar protegida, porque detrás de cada dato hay una persona. Y cuidar a las personas también implica cuidar sus datos.

La seguridad digital empieza por reconocer los riesgos. No se trata de generar miedo, sino de ser conscientes. Muchas veces las amenazas no vienen de grandes hackers desconocidos, sino de descuidos cotidianos: compartir contraseñas, usar redes públicas sin protección, dejar archivos abiertos o no tener copias de seguridad. Pequeñas acciones que pueden tener consecuencias grandes.

La protección de datos también tiene que ver con la responsabilidad en el uso de imágenes, videos o información que circula por redes sociales o plataformas escolares. Subir una foto de un alumno, compartir un chat de grupo o difundir un informe sin permiso puede exponer a niños, niñas y adolescentes a situaciones no deseadas.

Por eso, es importante que las escuelas trabajen con claridad sus políticas de privacidad. Informar a las familias cómo se usan los datos, pedir autorizaciones para el uso de imágenes, capacitar a los docentes en buenas prácticas digitales y acompañar a los estudiantes en el uso responsable de la tecnología son pasos fundamentales para construir una cultura del cuidado.

Además de proteger los datos que administra la escuela, es clave educar a los estudiantes en hábitos de seguridad digital. Crear contraseñas seguras, reconocer intentos de estafa, no compartir información personal en cualquier sitio y respetar la privacidad de los demás son aprendizajes que también forman parte de la educación del siglo XXI.

Cuidar la información es cuidar a las personas. Y la escuela, como espacio de enseñanza y convivencia, tiene un rol fundamental en este nuevo escenario. Enseñar a proteger los datos, a cuidar la identidad digital y a moverse con responsabilidad en internet es un compromiso que involucra a toda la comunidad educativa.