Por: Maximiliano Catalisano
Iniciar un nuevo ciclo lectivo es como abrir una página en blanco. Hay entusiasmo, ideas que se repiten año a año y otras que aparecen como una necesidad nueva. Sin embargo, si ese arranque no se acompaña de un momento para pensar qué queréslograr, cómo vas a organizarte y qué sentido tiene lo que te proponés, es probable que termines enredado en una lista de tareas que no termina de conectar con tu propósito. Establecer metas claras no significa exigirse más, sino orientar la energía de manera más intencionada.
Una buena meta no necesita ser gigante. A veces, basta con algo concreto que le dé dirección a tu trabajo: mejorar el seguimiento de tus estudiantes, crear una nueva estrategia para las clases, lograr una comunicación más clara con las familias o usar mejor el tiempo de preparación. La clave está en que esas metas te hablen a vos, estén alineadas con tu contexto real y te motiven a avanzar paso a paso.
Muchas veces las metas fallan porque no se escriben, no se revisan o no se transforman en acciones posibles. Por eso es importante dedicar un rato a bajarlas al papel (o a una nota digital), y dividirlas en objetivos más pequeños que puedas revisar cada mes. Esto no solo te permite ir viendo avances, también te da margen para hacer ajustes sin frustrarte si algo no sale como esperabas.
El calendario escolar puede ayudarte a ordenar tus metas en el tiempo. No todo tiene que empezar en marzo. Podés planear en qué etapa del año vas a trabajar cada objetivo y dejar espacio para lo que surja de manera inesperada. De ese modo, evitás la sensación de tener que hacer todo a la vez y podés concentrarte mejor en cada etapa del proceso.
Compartir tus metas con otros también puede sumar. A veces, conversar con un colega o con tu equipo te permite ampliar la mirada, recibir sugerencias o incluso encarar proyectos conjuntos. Además, decir en voz alta lo que te proponés suele ayudar a comprometerte más con eso que queréslograr.
Lo más importante es no perder de vista que las metas no son una carrera. Son una brújula. Están para ayudarte a tomar decisiones más conscientes, a priorizar lo que realmente importa y a sentirte más conectado con lo que hacés. Al final del ciclo lectivo, revisar lo que te propusiste y cómo fuiste avanzando te va a dar una sensación de coherencia que vale mucho más que cualquier lista de tareas tachadas.