Cuando se habla de disciplina en la escuela, muchas veces se piensa en normas estrictas, castigos y métodos tradicionales de control del aula. Sin embargo, en los últimos años ha tomado fuerza un enfoque diferente: la disciplina positiva. Se basa en el respeto mutuo, la enseñanza de habilidades socioemocionales y la resolución de conflictos sin recurrir a castigos punitivos. Pero, ¿realmente funciona?
Este modelo parte de la idea de que los niños y adolescentes no necesitan ser castigados para aprender a comportarse, sino que requieren orientación, límites claros y oportunidades para reflexionar sobre sus acciones. En lugar de sanciones, se utilizan estrategias como el refuerzo positivo, la comunicación efectiva y la búsqueda de soluciones conjuntas.
En el aula, esto se traduce en docentes que establecen reglas junto con los alumnos, fomentan el diálogo en lugar de imponer normas y promueven el sentido de pertenencia. En lugar de «portarse bien» por miedo a un castigo, los estudiantes aprenden a actuar con responsabilidad porque comprenden el impacto de sus acciones.
Uno de los desafíos de aplicar este enfoque es el tiempo que requiere. Mientras que un castigo inmediato puede parecer más práctico, la disciplina positiva implica conversaciones, acompañamiento y un cambio en la forma de entender la autoridad. Para muchos docentes, el reto es encontrar el equilibrio entre mantener el orden en la clase y permitir que los alumnos aprendan de sus errores.
A pesar de los desafíos, numerosos estudios muestran que la disciplina positiva mejora la convivencia escolar, reduce los conflictos y fortalece la motivación de los alumnos. Al sentirse escuchados y respetados, desarrollan mayor autonomía y habilidades para resolver problemas de manera constructiva.
El debate sigue abierto, pero lo que está claro es que la manera en que se disciplina a los estudiantes tiene un impacto directo en su desarrollo emocional y en su forma de relacionarse con los demás. La pregunta no es solo si funciona, sino qué tipo de escuela y de sociedad queremos construir.