Por: Maximiliano Catalisano
Cada pequeño logro en la infancia representa un paso hacia la independencia. Desde atarse los cordones hasta tomar decisiones sobre su rutina, los niños van construyendo su autonomía con el acompañamiento de los adultos. En el hogar, las familias tienen un papel fundamental para estimular esta capacidad, equilibrando el apoyo con la posibilidad de que exploren, experimenten y se equivoquen.
Fomentar la autonomía no significa dejarlos solos, sino darles herramientas para que se enfrenten a los desafíos diarios con confianza. Permitir que participe en tareas cotidianas, como vestirse, ordenar sus juguetes o preparar un desayuno sencillo, fortalece su seguridad y los ayuda a desarrollar habilidades prácticas.
Las palabras y las actitudes de los adultos tienen un gran impacto. Frases como “confío en vos” o “intentemos juntos” pueden marcar la diferencia cuando un niño se enfrenta a una nueva tarea. Evitar resolver todo por ellos y darles tiempo para probar por sí mismos es una manera de reforzar su confianza.
El error es parte del aprendizaje. Si se equivocan, en lugar de corregirlos de inmediato, es útil preguntarles qué creen que podrían hacer diferente o cómo se sienten con el resultado. Así, aprenden a reflexionar sobre sus acciones ya buscar soluciones sin temor a fallar.
También es clave permitirles tomar decisiones dentro de ciertos límites. Al elegir su ropa, decida qué actividad prefiere hacer en su tiempo libre o colaborar en la organización de la casa les da un sentido de responsabilidad y pertenencia. Cuando los niños sienten que su opinión es valorada, se comprometen más con sus acciones.
Criar con autonomía es un proceso que requiere paciencia y constancia. Cada pequeña acción cotidiana puede convertirse en una oportunidad para que los niños aprendan a confiar en sus propias capacidades y enfrenten el mundo con mayor seguridad.