Por: María Gabriela Müller
Los actos escolares han sido, desde sus inicios, una herramienta muy eficaz para la construcción de la identidad nacional. Regulados por normativas y circulares oficiales, estos eventos siguen protocolos específicos que establecen su estructura y desarrollo. Sin embargo, con el paso del tiempo, fueron surgiendo interrogantes sobre su significado y pertinencia en el contexto educativo actual: ¿deben conservarse en su forma tradicional o es necesario redefinirlos?
A lo largo de la historia, los actos escolares han funcionado como rituales solemnes en los que se repiten determinadas prácticas y símbolos. Se observan personajes estereotipados que representan actores sociales ya clásicos como la vendedora de empanadas , el farolero o la “dama antigua” y se enfatiza la puesta en escena desde un enfoque artístico que demanda una preparación prolongada, con ensayos, ocupación de espacios comunes y muchas veces gastos excesivos de dinero para ambientar y decorar salones de actos y pasillos.Estas representaciones,( el famoso “número” en el acto) si bien buscan recrear un momento histórico, muchas veces terminan por encasillar los hechos en una imagen fija y poco cuestionada y en la repetición de “ rituales “ socialmente aceptados,con una estructura protocolar plasmada en las “glosas”. Merece mención aparte la especial disposición de los asistentes, que hacen las veces de “público” de un espectáculo en el que no suelen participar más que para entonar el himno o alguna marcha patriótica.
Lo que nos preguntamos en este artículo es la manera en que se trabajan los contenidos históricos en los actos escolares. En muchas ocasiones, las efemérides quedan desligadas de los contenidos curriculares, lo que impide comprender los procesos históricos en su complejidad. Así, eventos como el 25 de Mayo y el 9 de Julio suelen presentarse como sucesos independientes, sin una vinculación clara que permita analizar su interrelación y su impacto en la construcción de la nación.
A lo largo de distintas épocas, los actos patrios han resaltado diferentes valores y aspectos de la historia. Mientras que en sus inicios se orientaban a la construcción de la identidad nacional, en la actualidad conservan un carácter reglamentario y normativo, vinculado a la conmemoración de fechas históricas preestablecidas y en general con protagonistas masculinos en la figura del prócer. Si bien los últimos años han aparecido otras propuestas como muestras, clases abiertas y debates, el objetivo de aprender historia a través de ellos no siempre se cumple.Esta evolución invita a reflexionar sobre su función en el presente y sobre la posibilidad de transformarlos en espacios de aprendizaje crítico y significativo.
Si buscamos en nuestros hogares fotografías familiares ,veremos que las imágenes de actos escolares de ayer y hoy muestran tanto continuidades como cambios. Aunque los formatos han evolucionado en algunos casos, persisten estructuras que enfatizan lo ceremonial sobre lo pedagógico.(formación, uso de gradas, escenario en altura,apertura a la comunidad en el rol de espectadores, etc) Esto plantea el desafío de integrar la historia de manera contextualizada, para que los actos no sean meras representaciones estereotipadas sino verdaderas oportunidades para el análisis y la comprensión de los procesos históricos.
La clave está en no reducirlos a la repetición de rituales, sino en utilizarlos como herramientas para promover el pensamiento crítico y el debate sobre la historia y sus implicancias en la actualidad.
En MB Consultora Educativa, a través de una nueva sección de nuestra Membresía exclusiva, les proponemos una serie de textos que plantean reflexionar acerca de los actos y otros rituales escolares.
Más información en https://mbconsultoraeducativa.com/index.php/membresia/