Por: Maximiliano Catalisano

Para muchos niños y adultos, las matemáticas son sinónimo de ansiedad. Los números, las ecuaciones y los problemas pueden generar frustración y hasta rechazo. Sin embargo, el miedo a las matemáticas no es innato, sino el resultado de experiencias negativas en el aprendizaje. Cambiar la forma en que se enseñan y se aprenden puede marcar la diferencia y hacer que los números dejen de ser un obstáculo para convertirse en una herramienta útil y hasta entretenida.

Uno de los métodos más efectivos es relacionar las matemáticas con la vida cotidiana. Cuando los niños ven que los números están en la cocina, en las compras, en los juegos y en la música, dejan de percibirlos como algo abstracto y difícil. Medir ingredientes para una receta o calcular descuentos en una tienda son ejemplos de cómo aplicar conocimientos matemáticos de manera natural.

El uso de materiales manipulativos también es clave. Contar con fichas, bloques o incluso elementos caseros permite visualizar conceptos y hacerlos más comprensibles. Además, el aprendizaje basado en el juego ha demostrado ser una excelente estrategia. Juegos de mesa, aplicaciones interactivas y desafíos matemáticos transforman el estudio en una experiencia más amena y menos estresante.

Otro aspecto fundamental es el ritmo de aprendizaje. No todos los niños avanzan al mismo paso, y forzar la comprensión de ciertos temas antes de estar listos solo aumenta la frustración. Dar tiempo, permitir errores y reforzar los aciertos genera confianza y mejora la actitud hacia la materia.

La clave está en cambiar la perspectiva. En lugar de ver las matemáticas como un obstáculo, hay que mostrarlas como un desafío divertido y aplicable a la realidad. Con estrategias adecuadas y un enfoque positivo, es posible aprender sin miedo y sin frustraciones.