Por: Maximiliano Catalisano

Hay días en los que todo parece pesar más. Las aulas están llenas, las demandas crecen, las horas no alcanzan y el entusiasmo de aquellos primeros años se siente lejano. Enseñar nunca fue una tarea sencilla, pero hay momentos en los que el cansancio, las dificultades y los cambios constantes hacen que muchos docentes se pregunten si todavía tiene sentido lo que hacen. Y lo más duro no siempre es el trabajo en sí, sino sentir que se perdió esa pasión que alguna vez los llevó a elegir la educación. ¿Se puede volver a encender esa llama? ¿Es posible recuperar las ganas de enseñar cuando el contexto parece jugar en contra? La respuesta es sí, pero requiere tiempo, consciencia y volver a mirar hacia adentro.

Recuperar la pasión por enseñar no es una receta mágica, pero hay señales que pueden marcar el camino. Muchas veces, reencontrarse con el propósito original es un primer paso. Recordar qué fue lo que te atrajo de esta profesión, qué te hacía feliz al estar frente a un grupo, cuáles eran tus sueños cuando imaginabas tu aula. No se trata de nostalgia, sino de reconectar con esos pequeños motivos que dieron sentido a tu elección.

También es importante permitirte reconocer lo que te está agotando. A veces no es la docencia en sí lo que pesa, sino las condiciones en las que se da: la sobrecarga administrativa, las exigencias externas, la falta de recursos, la velocidad de los cambios. Identificar lo que te agobia es tan necesario como reconocer lo que todavía te entusiasma.

Volver a apasionarte por enseñar tiene mucho que ver con redescubrir el vínculo con tus estudiantes. No hay nada más potente que ver a alguien aprender, crecer o sorprenderse gracias a un espacio que vos generaste. Cuando las rutinas se vuelven automáticas, se pierde de vista esa conexión humana que está en el corazón de la tarea docente.

Además, explorar nuevas maneras de enseñar puede renovar la energía. Probar dinámicas diferentes, integrar tecnología de un modo creativo, diseñar proyectos con otros docentes o buscar inspiración en colegas son formas de salir del modo automático y recuperar el placer de crear experiencias significativas para tus alumnos.

El bienestar docente también se construye fuera del aula. Cuidar tus espacios personales, poner límites, desconectar cuando se puede, compartir lo que te pasa con otros que entienden el mismo lenguaje. No se puede cuidar a otros si uno no se cuida primero.

Enseñar en tiempos difíciles no significa resignarse a la frustración o al agotamiento permanente. Significa aceptar que hay días buenos y días malos, que la docencia es un oficio profundamente humano y que, como todo lo humano, necesita ser cuidado, revisado y nutrido. Recuperar la pasión por enseñar es, sobre todo, un acto de amor propio y un regalo para quienes te escuchan y aprenden a tu lado.