Por: Maximiliano Catalisano

Cuando se combinan imaginación, herramientas digitales y una mirada fresca sobre la enseñanza, las clases se transforman en espacios mucho más significativos. Lejos de seguir formatos rígidos, hoy es posible construir propuestas que conecten con el interés real de los estudiantes, incorporando lo digital como una puerta abierta a nuevos modos de aprender, crear y evaluar.

Los recursos digitales ofrecen posibilidades infinitas. Desde presentaciones interactivas en Genially hasta pizarras colaborativas como Jamboard o Whiteboard, todo puede convertirse en un punto de partida para pensar distinto. No se trata de sumar tecnología por sumar, sino de elegir con intención aquellas herramientas que permiten que los contenidos cobren vida. Por ejemplo, un mapa mental en Canvapuede ayudar a organizar ideas en un proyecto interdisciplinario, mientras que un video breve en Flip puede servir para expresar una reflexión o un análisis.

Pero el verdadero cambio aparece cuando también se transforman las formas de evaluar. Las evaluaciones creativas invitan a los estudiantes a demostrar lo aprendido con producciones propias, resolviendo desafíos, armando infografías, creando podcasts o diseñando presentaciones para compartir con otros. De este modo, se les permite expresar sus saberes de forma auténtica, tomando decisiones, investigando y comunicando.

Las rúbricas digitales, por su parte, pueden ser una gran aliada para acompañar este tipo de trabajos. Ayudan a establecer criterios claros y a brindar retroalimentación con sentido. Aplicaciones como CoRubrics, formularios de Google o simplemente una grilla en un documento compartido pueden facilitar este proceso, manteniendo una mirada personalizada.

Además, integrar lo lúdico puede renovar el entusiasmo por aprender. Plataformas como Kahoot!, Wordwall o Quizizz permiten evaluar mientras se juega, fomentando la participación y el deseo de superarse. También se pueden proponer instancias de autoevaluación, fomentando la reflexión personal y la autonomía.

Lo digital y lo creativo no compiten con los contenidos, sino que los potencian. Si se los piensa como parte del recorrido y no solo como un cierre, las clases ganan en sentido y profundidad. El aula —presencial o virtual— puede ser un espacio de experimentación, donde el error es parte del proceso y donde las formas de aprender son tan diversas como los propios estudiantes.