Por: Maximiliano Catalisano

Cuando un niño imagina, no solo juega: crea mundos, busca soluciones, encuentra preguntas nuevas. En tiempos donde la tecnología está siempre al alcance, potenciar la creatividad puede parecer un desafío. Pero lejos de ser una tarea imposible, es una oportunidad. Estimular la imaginación no requiere grandes recursos, sino espacios donde la curiosidad sea bienvenida, donde el error sea parte del camino y donde cada idea tenga lugar para crecer.

La clave está en ofrecer experiencias que despierten la sorpresa. Desde preguntas abiertas hasta actividades sin una única respuesta, lo importante es invitar a explorar. El arte, la escritura libre, el teatro, las historias inventadas, los juegos de rol o los desafíos con objetos cotidianos son excelentes disparadores. No se trata de llenar agendas, sino de abrir puertas.

Muchas veces, una hoja en blanco asusta menos que una consigna cerrada. Proponer que creen un personaje, inventen una máquina del futuro o resuelvan un problema desde una mirada original activa zonas del pensamiento que muchas veces quedan dormidas por rutinas repetitivas. La libertad creativa genera confianza, autonomía y ganas de compartir.

También es importante que el entorno acompañe. Un aula, una casa o una actividad extracurricular pueden ser escenarios fértiles si el adulto se corre del lugar de “el que corrige” y pasa a ser quien escucha, alienta y da lugar. No hace falta que todo esté perfecto: la creatividad es amiga del caos controlado, del ensayo y del juego con materiales inesperados.

La tecnología puede ser una aliada si se usa con intención. Hay apps para crear cómics, animaciones, historias colaborativas o música digital. Pero no es imprescindible que todo sea digital. Muchas veces, una caja vacía, algunos retazos o un rincón libre pueden generar momentos mucho más significativos.

Fomentar la imaginación también es dar permiso. Permiso para equivocarse, para volver a intentar, para decir algo distinto. En un mundo donde todo parece ya resuelto, los niños y jóvenes necesitan volver a sentir que pueden inventar lo que todavía no existe.