Por: Maximiliano Catalisano

Cuando el calendario escolar no sigue su curso habitual, aparecen interrogantes que atraviesan a directivos, docentes, estudiantes y familias. Ya sea por suspensiones prolongadas, situaciones climáticas extremas, obras edilicias o medidas gremiales, los ciclos lectivos irregulares generan preocupación y también el desafío de tomar decisiones acertadas sin perder el foco pedagógico. En estos casos, la normativa ofrece ciertas pautas que vale la pena tener en cuenta para saber cómo actuar, pero también se requiere una mirada flexible para sostener la continuidad y la calidad de los aprendizajes.

En Argentina, la Ley de Educación Nacional N.º 26.206 establece que el ciclo lectivo debe garantizar un mínimo de días y horas de clase. Sin embargo, la normativa también contempla mecanismos de compensación cuando surgen interrupciones. Las resoluciones del Consejo Federal de Educación, que reúne a las jurisdicciones del país, suelen definir estrategias ante situaciones extraordinarias, ya sea ampliando el calendario, incorporando jornadas de refuerzo o redefiniendo prioridades curriculares. Cada provincia puede adaptarlas según su realidad local.

La gestión de un ciclo lectivo irregular requiere una planificación ajustada a las circunstancias. No se trata solo de recuperar días perdidos, sino de reorganizar los contenidos, priorizar aprendizajes clave y sostener vínculos pedagógicos. En este punto, el trabajo en equipo dentro de la escuela cobra un valor fundamental: revisar el proyecto institucional, consensuar criterios de evaluación, redefinir propuestas para quienes han tenido baja participación o inasistencias justificadas. A veces, una agenda compartida y un registro claro del avance pueden marcar la diferencia.

Otro aspecto central es la comunicación con las familias. Explicar los motivos de los cambios, ofrecer alternativas accesibles y construir acuerdos mejora la convivencia escolar en contextos complejos. También ayuda a mantener el acompañamiento en casa, clave cuando hay tramos del año donde las rutinas pierden previsibilidad.

Frente a un ciclo lectivo irregular, lo importante es evitar caer en la improvisación o la sobrecarga. La normativa está para orientar, pero la experiencia y el criterio de cada equipo docente son los que permiten encontrar soluciones reales para cada grupo de estudiantes. El equilibrio entre lo formal, lo pedagógico y lo humano es posible si se actúa con claridad, previsión y compromiso.