Por: Maximiliano Catalisano

En un mundo que cambia a toda velocidad, con desafíos constantes y emociones intensas, uno de los aprendizajes más importantes que pueden ofrecerse desde la infancia es la capacidad de seguir adelante ante la dificultad. La resiliencia, entendida como la habilidad de adaptarse a situaciones adversas y superarlas, no es una condición innata, sino una construcción que se forma a lo largo de la vida. Y la escuela, junto con la familia, juega un papel fundamental en ese proceso.

Acompañar a los niños en el desarrollo de esta capacidad no significa evitarles el dolor o el conflicto, sino enseñarles a enfrentarlo con recursos internos y externos. Significa darles herramientas para que puedan atravesar momentos difíciles sin sentirse derrotados, y que reconozcan en esas experiencias una oportunidad para crecer y fortalecerse. La resiliencia se construye en un entorno que escucha, que contiene y que valida las emociones.

Los vínculos que los niños establecen con sus docentes, compañeros y adultos significativos son clave para que puedan sentirse seguros y acompañados. Un aula que promueve la expresión emocional, el respeto por los tiempos de cada uno y el reconocimiento de los logros personales, aunque sean pequeños, es un espacio fértil para que florezca esta capacidad. También lo es el trabajo con proyectos que impliquen metas, esfuerzo, errores y aprendizajes compartidos.

Fomentar la resiliencia implica también enseñar a los niños que está bien frustrarse, que no siempre se gana, que equivocarse forma parte del camino, y que pedir ayuda no es sinónimo de debilidad, sino de inteligencia emocional. Desde la infancia es posible trabajar estas ideas con juegos, lecturas, diálogos, rutinas y experiencias que fortalezcan la autoestima y la autoconfianza.

En un mundo en el que muchas veces lo inmediato tiene más peso que lo profundo, educar para la resiliencia es una apuesta a largo plazo. Pero también es una de las mayores contribuciones que puede hacer la escuela para preparar a los estudiantes, no solo para rendir exámenes, sino para afrontar la vida con herramientas sólidas.