Por: Maximiliano Catalisano

Imaginá un aula donde cada estudiante pudiera aprender según su modo preferido, donde la música, el movimiento, las palabras, los números o las imágenes fueran formas válidas y valoradas de acceder al conocimiento. Pensar en las inteligencias múltiples es reconocer que no hay una única forma de aprender, ni una sola manera de ser “inteligente”. Esta teoría, desarrollada por Howard Gardner, propone que las personas tienen diferentes tipos de inteligencia y que cada una de ellas influye en cómo comprendemos el mundo y desarrollamos nuestras habilidades.

Desde esta mirada, el aprendizaje no es lineal ni homogéneo. Hay quienes aprenden mejor a través del lenguaje, otros mediante el razonamiento lógico, algunos con el cuerpo en movimiento, y otros a través del contacto con la naturaleza o las emociones. Al ampliar la idea tradicional de inteligencia, se abre un abanico de posibilidades para enseñar de formas más diversas, inclusivas y respetuosas de los tiempos y estilos de cada estudiante.

En el aula, esto se traduce en diseñar propuestas variadas: actividades que incluyan expresión corporal, juegos de lógica, creación de relatos, exploración del entorno, dinámicas grupales o trabajos artísticos. No se trata de enseñar todo de todas las maneras, sino de ofrecer distintas puertas de entrada a los contenidos para que cada estudiante encuentre la que mejor se ajusta a su forma de pensar y sentir.

Trabajar desde las inteligencias múltiples también ayuda a potenciar talentos que muchas veces pasan desapercibidos en los esquemas tradicionales. Un niño que se destaca en lo musical o en lo interpersonal, por ejemplo, encuentra en este enfoque un espacio donde su forma de aprender es valorada y no corregida. A su vez, el docente se convierte en un observador más atento, capaz de ajustar sus estrategias para acompañar trayectorias diversas.

La escuela que reconoce que no todos aprenden igual es una escuela más humana, que habilita otros caminos para llegar al conocimiento y fomenta la autoestima y la motivación de quienes aprenden. Es una invitación a mirar la inteligencia como algo más amplio que una calificación o un rendimiento, y a diseñar experiencias que enriquezcan desde la diferencia.