Por: Maximiliano Catalisano
Contar historias siempre ha sido una forma poderosa de enseñar. Hoy, en un contexto atravesado por la tecnología, las narrativas digitales permiten combinar imágenes, sonidos, palabras y emociones para construir relatos que cautiven y enseñen al mismo tiempo. Integrarlas en el aula no es una moda ni un recurso aislado, es una invitación a acercar los contenidos a la forma en que los estudiantes hoy se comunican, se expresan y piensan. Por eso, entender qué son, cómo funcionan y cómo usarlas abre un abanico de posibilidades para transformar la enseñanza y hacerla más cercana, creativa y significativa.
Una narrativa digital es una historia que se cuenta usando herramientas tecnológicas. Puede ser un video, un podcast, una animación, una presentación interactiva o cualquier formato donde se mezclen recursos digitales y una estructura narrativa. No se trata solo de sumar tecnología, sino de usarla para construir sentido, para explorar una idea, expresar un punto de vista o reflexionar sobre un tema. Cuando los estudiantes crean narrativas digitales, se convierten en protagonistas de su aprendizaje, toman decisiones, investigan, seleccionan información y aprenden a comunicar con propósito.
Llevar estas propuestas al aula no exige contar con grandes recursos ni equipamiento avanzado. Basta con una planificación clara, objetivos definidos y herramientas accesibles. Incluso con un celular y una aplicación gratuita se pueden generar relatos que impacten.
Lo importante es el proceso: elegir un tema, pensar a quién se le quiere contar, definir una estructura, buscar recursos, editar, revisar, compartir.
En ese recorrido, los estudiantes desarrollan competencias que trascienden lo técnico: aprenden a narrar, a trabajar en equipo, a tener en cuenta a sus destinatarios y a mirar el mundo con otros ojos.
Además de potenciar la creatividad, las narrativas digitales favorecen la integración de saberes.
Permiten vincular lengua, arte, historia, ciencias, tecnología.
Son una oportunidad para abrir la clase al entorno, conectar con la comunidad, visibilizar problemáticas o rescatar historias locales. También invitan a repensar el rol docente: más que transmitir contenidos, se trata de acompañar procesos, guiar búsquedas y ofrecer marcos que ordenen la exploración. Las narrativas digitales no reemplazan la enseñanza, la enriquecen desde otra lógica.
Incorporarlas en la escuela no implica dejar atrás lo tradicional, sino sumar nuevas formas de enseñar y aprender.
Al permitir que cada estudiante ponga en juego su propia voz, sus intereses y su mirada, estas propuestas generan mayor compromiso y sentido. Y, al mismo tiempo, permiten desarrollar habilidades necesarias para el presente y el futuro: comunicar con claridad, usar la tecnología con criterio, trabajar con otros, expresarse con libertad y comprender distintos modos de ver el mundo.