Por: Maximiliano Catalisano

Las tareas para casa han sido parte del paisaje escolar desde hace décadas, pero en muchos casos ya no cumplen el propósito que alguna vez se les asignó. En lugar de fomentar el aprendizaje, a menudo se transforman en una fuente de frustración, tanto para estudiantes como para familias. Hoy, con nuevos formatos de enseñanza, dinámicas familiares cambiantes y una cantidad significativa de horas que los alumnos pasan dentro y fuera de la escuela, vale la pena detenerse a pensar: ¿qué sentido tienen las tareas en la actualidad?

Uno de los grandes desafíos es dejar de entender la tarea como un castigo o una rutina mecánica. Para que tenga sentido, debe conectar con lo trabajado en clase, ser clara, alcanzable y pensada para que cada alumno la pueda resolver con los recursos que tiene a su alcance. Las tareas no deberían ser una carga más, sino una oportunidad de seguir aprendiendo con autonomía, de repasar lo aprendido o de aplicar ese contenido en un contexto nuevo.

Repensar las tareas también implica considerar los tiempos. Hay chicos que tienen extensas jornadas escolares, compromisos familiares o actividades extracurriculares. Si después de todo eso se enfrentan a ejercicios largos, repetitivos o sin explicación, la experiencia pierde valor. Es más productivo proponer actividades cortas, creativas y que inviten a pensar, que llenar cuadernos por llenar.

La conexión con lo cotidiano también marca la diferencia. Una consigna puede volverse más significativa si se vincula con algo real: una receta familiar para practicar fracciones, una entrevista a un adulto para conocer experiencias de vida o una caminata por el barrio para observar carteles y practicar lectura. Estas propuestas despiertan curiosidad, promueven la participación de la familia desde otro lugar y generan ganas de aprender más.

Además, en un contexto donde lo digital ocupa un lugar central, se pueden explorar tareas que incorporen tecnología sin que eso implique estar frente a una pantalla durante horas. Por ejemplo, grabar un audio explicando una idea, hacer una foto de una actividad cotidiana que represente un concepto o participar en una encuesta escolar online. Lo importante es que el contenido no se desconecte del mundo real del estudiante.

Repensar las tareas no es eliminarlas. Es volverlas más intencionales, accesibles y útiles. Cuando se diseñan con sentido, las tareas potencian el vínculo con el aprendizaje y ayudan a consolidar lo trabajado en clase. Pero, sobre todo, enseñan que el conocimiento no se limita al aula, sino que puede estar en todas partes.