Por: Maximiliano Catalisano
Las palabras tienen el poder de transportar a los oyentes a otros mundos, despertar emociones y abrir puertas al conocimiento. En el aula, leer en voz alta no es solo una actividad más, sino una oportunidad para captar la atención de los estudiantes y acercarlos al placer de la lectura. Cuando un docente lee con entusiasmo y matices, cada historia cobra vida, despertando la curiosidad y fomentando la comprensión.
Este hábito no solo favorece la alfabetización, sino que también fortalece la concentración, amplía el vocabulario y mejora la expresión oral de los alumnos. Escuchar relatos bien narrados les permite internalizar estructuras lingüísticas y desarrollar el pensamiento crítico, además de incentivar la imaginación y el deseo de seguir explorando textos por cuenta propia.
Para que la lectura en voz alta sea efectiva, es importante elegir textos adecuados a la edad y los intereses de los estudiantes. Un buen lector debe interpretar el texto, variando la entonación y el ritmo para mantener el interés. Las pausas, los cambios de voz y las expresiones faciales ayudan a transmitir la emoción de la historia y mantener la conexión con el grupo.
Otra estrategia es fomentar la participación activa. Hacer preguntas antes, durante y después de la lectura invita a reflexionar y a compartir opiniones. También es útil proponer actividades que relacionen el texto con experiencias personales o con otras áreas del conocimiento, permitiendo que los alumnos se apropien de lo leído.
El impacto de leer en voz alta no termina cuando se cierra el libro. Esta práctica puede convertirse en un hábito que trascienda el aula, motivando a los estudiantes a leer en casa ya descubrir el placer de los libros. Cuando la lectura se vive como un momento especial, deja una huella que puede acompañarlos toda la vida.