Por: Maximiliano Catalisano
La universidad no se parece al colegio. Puede parecer obvio, pero muchos recién lo descubren cuando ya están adentro, con parciales encima, cientos de páginas por leer y horarios que no perdonan. El primer año de universidad está lleno de emociones mezcladas: entusiasmo, miedo, dudas, cansancio, ganas de rendirse y también de comerse el mundo. Esta nota es para vos, que estás por empezar o ya estás en ese torbellino, y querés una guía realista pero alentadora para sobrevivir el primer año sin perder el rumbo ni tu salud mental.
Una de las primeras diferencias con la secundaria es que nadie te persigue. Si faltás, nadie te llama. Si no entregástrabajos, nadie te los exige. Y si no estudiás, no hay llamados de atención. Eso puede sentirse como libertad, pero también como estar a la deriva. Aprender a organizarse es fundamental. No hace falta tener una agenda perfecta, pero sí una idea clara de qué fechas son importantes y cuánto tiempo te lleva cada materia. Hay quienes prefieren planillas digitales, otros usan cuadernos o apps. Lo importante es encontrar un sistema que te funcione.
Las clases no siempre son como esperás. Puede tocarte un profesor que hable sin parar dos horas o uno que use presentaciones visuales y dé espacio a preguntas. Algunas materias parecen innecesarias, otras te apasionan desde el primer día. En el primer año, parte del aprendizaje es adaptarte a distintos estilos y exigencias. No esperes que todo sea claro desde el principio: muchos conceptos se entienden con el tiempo o cuando los ves aplicados en otra materia.
Los exámenes son otra historia. En general, requieren más comprensión que memoria. Las preguntas no siempre tienen una única respuesta. Y muchas veces los apuntes que tomás en clase no alcanzan. Acá entran en juego los grupos de estudio, los resúmenes de años anteriores y la biblioteca virtual. Compartir material y dudas es una estrategia clave. Aunque seas tímido, tratá de conectarte con otros. Vas a ver que la mayoría está igual de perdido.
La vida universitaria también implica decisiones nuevas: si trabajar o no, si cursar de mañana o de noche, si cambiar de carrera si no te gusta. El primer año sirve para tantear si lo que elegiste realmente te interesa. No es un fracaso cambiar de rumbo, al contrario, es parte del proceso. Mucha gente se da cuenta de que su vocación era otra solo después de vivir la experiencia real.
En este nuevo mundo, el estrés aparece sin pedir permiso. Puede haber semanas donde dormís poco, comés mal y sentís que no llegás a nada. Pero también es posible construir hábitos que te ayuden a mantener el equilibrio: dormir bien, comer algo nutritivo aunque sea una vez al día, moverte un poco, hablar con alguien si estás colapsando. Pedir ayuda no es señal de debilidad, es parte de cuidarte.
A nivel emocional, puede ser duro sentir que no pertenecéso que todos entienden menos que vos. Lo cierto es que casi todos se sienten así en algún momento. El “síndrome del impostor” es muy común entre quienes comienzan la universidad. Por eso, compararte con otros solo te va a desgastar. Cada persona tiene su ritmo. Lo importante es avanzar, aunque sea despacio.
El primer año también es una oportunidad para descubrir cosas nuevas fuera del aula. Talleres, actividades culturales, centros de estudiantes, cursos gratuitos. Participar en algo que te guste puede hacerte sentir más conectado con la universidad y con vos mismo. No todo es estudiar: también estás construyendo tu vida adulta.
La pandemia dejó nuevas formas de cursada que siguen vigentes. En muchas carreras se combinan clases presenciales con virtuales. Esto exige otra forma de compromiso. Las clases grabadas son una ventaja, pero también una trampa si las vas postergando. Ponete un horario fijo para verlas, como si fueran presenciales. Convertí la flexibilidad en una aliada, no en un problema.
Una buena idea es armar tu red de apoyo. Puede ser un compañero con quien estudiar, alguien que te explique cómo usar la plataforma de la universidad, o incluso algún profesor con el que tengas buena relación. Tener a quién preguntarle en momentos de duda hace la diferencia.
Por último, entendé que no todo va a salir perfecto. Puede que desapruebes algún examen, que te frustres con una materia o que sientas ganas de dejar todo. Es normal. Lo que importa es no quedarte solo en esos momentos. La universidad está llena de recursos, aunque a veces cueste encontrarlos. Buscá, insistí, hablá, conectate.
Sobrevivir al primer año no es aprobar todo, sino encontrar tu forma de transitarlo. Descubrir cómo aprendés, qué te gusta, qué necesitás y qué te hace bien. Y si al terminarlo sentís que creciste, aunque haya sido difícil, entonces valió la pena.