Por: Maximiliano Catalisano
El rendimiento escolar de un niño no se mide solo por sus calificaciones. La familia tiene un papel clave en su desarrollo, brindando apoyo emocional, hábitos de estudio y valores que influyen en su actitud frente al aprendizaje. Más allá de los resultados en una libreta, el acompañamiento en casa puede marcar la diferencia en la confianza y motivación de los estudiantes.
El hogar es el primer espacio donde se construye el interés por aprender. Los niños que crecen en un ambiente donde se conversa sobre diferentes temas, se fomenta la curiosidad y se valora el esfuerzo suelen sentirse más seguros al enfrentar desafíos académicos.
El apoyo no significa hacer las tareas por ellos ni exigir resultados perfectos. Se trata de estar disponibles para responder dudas, ayudar a organizar tiempos de estudio y transmitir la idea de que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje. La presión excesiva o las comparaciones con otros pueden generar frustración y desmotivación
El diálogo con la escuela también es fundamental. Mantener contacto con docentes y participar en actividades escolares permite entender mejor las dificultades y fortalezas del niño. No se trata solo de asistir a reuniones cuando hay problemas, sino de construir un vínculo de colaboración entre la familia y la institución.
Acompañar a un hijo en su trayectoria educativa implica más que revisar sus notas. Es estar presente, celebrar sus logros y enseñarle a enfrentar los obstáculos con paciencia y perseverancia. La seguridad y confianza que recibe en casa será la base para su camino en la escuela y más allá de ella.