Por: Maximiliano Catalisano

La transformación digital en las escuelas no es solo una cuestión de computadoras, plataformas o conectividad. Es también, y, sobre todo, un cambio de mentalidad. Por eso, no alcanza con incorporar tecnología en las aulas si no se acompaña de una cultura institucional abierta, curiosa y comprometida con aprender de manera continua. Las herramientas cambian, pero el verdadero cambio ocurre cuando toda la comunidad educativa asume nuevas formas de vincularse, enseñar y gestionar.

En muchas instituciones, las innovaciones digitales comenzaron como una solución práctica frente a desafíos concretos: la pandemia, la necesidad de mejorar la comunicación, o la búsqueda de nuevas maneras de planificar y evaluar. Sin embargo, para que estas tecnologías no sean solo “modas pasajeras”, es necesario que se integren en el corazón de la organización. Esto implica revisar prácticas, fortalecer acuerdos y sobre todo generar espacios donde la tecnología no sea una carga extra, sino una aliada cotidiana.

La cultura organizacional es lo que sostiene, por debajo de todo, la vida escolar. Está hecha de rutinas, creencias, formas de resolver problemas, de comunicarse y de decidir. Cuando esta cultura es flexible, cooperativa y dispuesta a probar nuevas formas, la digitalización fluye con mayor naturalidad. En cambio, si hay temor al error, rigidez o falta de comunicación, los cambios se vuelven resistidos y superficiales.

Transformar digitalmente no es digitalizar todo, sino elegir con sentido qué herramientas sumar, para qué y cómo. A veces, un pequeño ajuste como usar un calendario compartido, un sistema de mensajería entre docentes o una carpeta colaborativa puede mejorar el trabajo diario y descomprimir tareas. Otras veces, será necesario pensar en procesos más amplios, como la gestión documental, los espacios de formación continua o el modo en que se comparten los proyectos institucionales.

Por eso, hablar de transformación digital en la escuela es también hablar de convivencia, de valores institucionales, de respeto por los tiempos de cada rol y del aprendizaje conjunto. Una institución que se anima a revisarse, a abrir el juego a nuevas propuestas y a construir acuerdos genuinos, estará mejor preparada para aprovechar lo digital sin perder lo humano.