Por: Maximiliano Catalisano

Hay días en los que ser docente se siente cuesta arriba. Las demandas, los cambios constantes, la sobrecarga de tareas y las dificultades del contexto pueden apagar lentamente esa chispa que alguna vez encendió el deseo de enseñar. Muchos maestros y profesores en todo el mundo atraviesan momentos en los que se preguntan si todavía vale la pena, si aún es posible disfrutar de su vocación o si enseñar solo se convirtió en un trabajo más. Pero recuperar la pasión por enseñar no es un sueño imposible. Es un proceso que se construye poco a poco, volviendo a conectar con aquello que realmente le da sentido a estar frente a un aula.

Cuando los desafíos son muchos, el primer paso es volver a mirar hacia adentro. Recordar por qué se eligió ser docente, qué momentos dejaron huella, qué historias de estudiantes quedaron grabadas en el corazón. Revivir esos pequeños logros, esos gestos sencillos de un alumno que entendió algo por primera vez o de alguien que se animó a participar gracias a una palabra de aliento, permite reconectar con la parte más humana de enseñar.

También es importante recuperar el disfrute de aprender. Los docentes apasionados suelen ser personas curiosas, inquietas, que se emocionan con un libro nuevo, un curso, una idea diferente para probar en clase. Animarse a explorar otras formas de enseñar, abrirse a la creatividad, buscar proyectos que motiven tanto a estudiantes como a docentes, puede renovar el aire dentro del aula.

El trabajo en equipo es otro gran motor. Compartir con colegas, hablar de lo que pasa en clase, sentirse acompañado en las dificultades y celebrar juntos los logros ayuda a no sentirse solo frente a los problemas. Hay experiencias, consejos y palabras de otros docentes que pueden ser un verdadero salvavidas en tiempos difíciles.

Además, cuidar de uno mismo no es un lujo, es una necesidad. Enseñar desde el agotamiento o el desánimo solo aumenta el malestar. Buscar espacios de descanso, actividades que generen bienestar, límites sanos y momentos de desconexión son fundamentales para poder volver al aula con otra energía.

Recuperar la pasión por enseñar no significa negar las dificultades. Significa aprender a mirarlas con otros ojos, sostenerse en lo que sí funciona, disfrutar de lo pequeño y encontrar nuevas formas de estar presentes para los estudiantes. Porque a pesar de todo, cada clase sigue siendo una oportunidad. Y a veces, basta un solo alumno que nos mire y diga “gracias por enseñarme” para que el sentido vuelva a aparecer con más fuerza que nunca.