Por: Maximiliano Catalisano
La inteligencia artificial llegó al aula y abrió un debate que aún no tiene respuestas definitivas. Chat GPT y otras herramientas similares pueden ayudar a los estudiantes a resolver dudas, generar ideas y mejorar la escritura, pero también existe el riesgo de que se conviertan en un atajo para evitar el esfuerzo de aprender. ¿Cómo lograr que su uso sume sin desplazar el pensamiento crítico y la creatividad?
Cuando se usa de manera reflexiva, ChatGPT puede ser un apoyo para la enseñanza. Permite explorar temas desde diferentes perspectivas, simplificar conceptos complejos y estimular el aprendizaje autónomo. Sin embargo, confiar demasiado en la inteligencia artificial puede limitar la capacidad de los estudiantes para desarrollar sus propias ideas y depender de respuestas automatizadas sin cuestionarlas.
El rol del docente es fundamental para orientar el uso de estas herramientas. En lugar de prohibirlas, se puede enseñar a utilizarlas de forma productiva, promoviendo el análisis crítico de la información generada. Plantear preguntas que inviten a la reflexión y desafíen a los alumnos a argumentar más allá de lo que responde el chat bot puede ser una forma de potenciar el aprendizaje sin caer en la dependencia tecnológica.
El equilibrio entre tecnología y aprendizaje requiere estrategias claras. Establecer momentos específicos para el uso de la inteligencia artificial, combinarla con actividades que fomenten la creatividad y la escritura manual, y trabajar en la verificación de fuentes son algunos caminos posibles. Chat GPT no debe reemplazar la interacción humana ni el proceso de descubrimiento, sino convertirse en un recurso más dentro del aula.
La clave no está en elegir entre la inteligencia artificial y los métodos tradicionales, sino en integrar ambas posibilidades con una mirada crítica. Con una guía adecuada, Chat GPT puede ser un aliado que impulse el aprendizaje en lugar de limitarlo a respuestas automáticas.