Por: Maximiliano Catalisano

Lograr que los estudiantes respeten las normas y atiendan en clase es uno de los mayores desafíos para cualquier docente. Sin embargo, la autoridad en el aula no se impone con gritos ni sanciones constantes, sino que se construye a partir de la confianza, la coherencia y el ejemplo. Un ambiente de respeto mutuo favorece el aprendizaje y genera un clima donde la enseñanza fluye sin necesidad de imponer el miedo.

La clave para establecer una presencia firme en el aula es la coherencia. Cuando los estudiantes perciben que un docente cumple con lo que dice, establece reglas claras y las aplica de manera justa, es más probable que lo respeten sin necesidad de ejercer control excesivo. La firmeza no está reñida con la empatía: explicar el porqué de las normas y ser flexible cuando la situación lo amerita, contribuye a una convivencia armónica.

El tono de voz, el lenguaje corporal y la actitud también juegan un papel fundamental. Mantener la calma en momentos de tensión, hablar con seguridad y mirar a los estudiantes a los ojos transmite confianza y genera un ambiente donde la autoridad se establece de manera natural. Además, escuchar y validar las emociones de los estudiantes ayuda a que se sientan parte del proceso educativo y no simples receptores de órdenes.

El respeto no es unidireccional. Para que los estudiantes respeten a su docente, deben sentirse respetados. Tratar con amabilidad, utilizar el humor de manera positiva y demostrar interés por sus opiniones fortalece el vínculo y crea un entorno donde la disciplina surge de la responsabilidad y no del temor.

La planificación también es clave. Un docente que organiza bien su clase, mantiene un ritmo adecuado y ofrece actividades dinámicas logra captar la atención del grupo y reducir los conflictos. Cuando los estudiantes están involucrados en la tarea, hay menos espacio para la distracción o la desobediencia. Construir autoridad en el aula es un proceso que lleva tiempo y requiere constancia. No se trata de demostrar poder, sino de generar un ambiente donde el respeto y el aprendizaje vayan de la mano. Cada docente encuentra su estilo, pero siempre es posible combinar firmeza con cercanía para lograr un aula en la que todos quieran estar.