Por: Maximiliano Catalisano

Las clases de educación física no solo promueven la actividad física y la salud, sino que también tienen un impacto directo en la convivencia escolar. A través del juego, el deporte y el trabajo en equipo, los estudiantes aprenden valores como el respeto, la cooperación y la tolerancia, esenciales para fortalecer los vínculos dentro y fuera del aula.

Uno de los aspectos más valiosos de la educación física es su capacidad para generar espacios de interacción donde todos puedan participar. A diferencia de otras asignaturas, aquí el aprendizaje se da en movimiento, en situaciones donde la comunicación y el esfuerzo conjunto son clave. Esto permite que los alumnos desarrollen habilidades sociales de manera natural, aprendiendo a resolver conflictos, a aceptar la diversidad y reconocer la importancia del compañerismo

Las actividades en grupo fomentan el sentido de pertenencia y reducen situaciones de aislamiento o discriminación. Cuando se trabaja en equipo, se potencia la integración entre estudiantes con diferentes intereses, personalidades y habilidades, generando un ambiente de mayor comprensión y respeto. Además, el deporte brinda oportunidades para la expresión emocional y la gestión de frustraciones, aspectos fundamentales para el bienestar y la armonía escolar.

El rol del docente en este proceso es fundamental. Diseñar propuestas que prioricen la inclusión y la participación activa de todos los alumnos, más allá del rendimiento deportivo, contribuyan a fortalecer el respeto mutuo y prevengan conflictos. De este modo, la educación física deja de ser solo una materia y se convierte en una herramienta valiosa para la construcción de una convivencia escolar más sana.