Por: Maximiliano Catalisano
El receso escolar es ese momento esperado donde el despertador se apaga y los días parecen alargarse con promesas de juegos, meriendas ricas y tardes en casa. Sin embargo, muchas familias se preguntan cómo acompañar este descanso con hábitos que cuiden la salud de los chicos, que no sea una temporada de pantallas todo el día o de cambios bruscos en las horas de sueño. Aprovechar este tiempo para sostener rutinas saludables no significa quitarles diversión, sino acompañar su crecimiento con bienestar, alegría y pequeños hábitos que quedarán en su memoria.
Los horarios pueden relajarse un poco durante el receso, pero mantener una estructura básica ayuda a que los niños no pierdan el ritmo por completo. Levantarse todos los días a un horario similar, desayunar tranquilos y planificar actividades durante la mañana permite que el cuerpo siga reconociendo las rutinas de descanso y vigilia. Esto evita la dificultad de volver al colegio después de las vacaciones y cuida la energía de cada día.
La alimentación durante el receso es una oportunidad para compartir en familia y acercar a los niños a preparaciones simples, como licuados, frutas cortadas en formas divertidas, galletas caseras o meriendas al aire libre. No se trata de prohibir golosinas, sino de ofrecer opciones ricas y nutritivas sin presiones, aprovechando el tiempo extra para cocinar juntos o armar bandejas de colores que llamen su atención.
El movimiento es clave para el bienestar infantil en vacaciones. No hace falta salir todos los días a un club o hacer grandes inversiones, sino habilitar espacios de juego en casa o en la plaza, caminatas de media hora en familia o actividades que impliquen moverse. El receso es un momento para recuperar la bicicleta, las escondidas o los juegos con sogas, fomentando la actividad física de forma natural y entretenida.
Las pantallas durante el receso suelen aumentar, y no siempre es negativo, pero es importante establecer momentos en los que no estén presentes. Armar rutinas de lectura, juegos de mesa, tardes de dibujo o actividades artísticas genera momentos de pausa activa y de conexión entre quienes comparten la casa. Dejar que los niños se aburran un rato también es saludable: de ese aburrimiento surgen ideas creativas y la posibilidad de descubrir sus intereses.
El descanso nocturno es uno de los pilares que se alteran en vacaciones. Aunque se permiten noches de película o juegos hasta más tarde, mantener horarios aproximados para dormir ayuda a que el cuerpo no pierda el ritmo. Dormir bien cuida el ánimo, la concentración y el desarrollo físico de los chicos, favoreciendo también la dinámica familiar.
El receso escolar puede transformarse en un espacio de conexión, de pausas sin corridas matutinas, de tiempo compartido y de prácticas cotidianas que fortalezcan la salud emocional y física. Cada familia puede adaptar estas ideas a sus posibilidades, evitando culpas y buscando siempre la simpleza: desayunar juntos, salir a caminar, compartir un juego de cartas y tener horarios razonables de descanso ya son acciones de cuidado. Los chicos no necesitan vacaciones perfectas ni actividades extraordinarias para disfrutar: necesitan la compañía, la escucha y pequeños momentos cotidianos que los ayuden a crecer con bienestar.
Disfrutar del receso cuidando la salud de los niños es posible con gestos cotidianos, sin grandes gastos ni exigencias, sino con decisiones simples que se sostienen día a día y que contribuyen a su bienestar a largo plazo.