Por: Maximiliano Catalisano
A veces creemos que organizarnos implica grandes cambios, rutinas rígidas o sistemas complejos. Pero en realidad, muchas veces son los pequeños hábitos los que marcan la diferencia en la vida docente. No se trata de hacer todo perfecto ni de tener todo bajo control, sino de incorporar algunas prácticas sencillas que, repetidas con constancia, generan un impacto profundo en tu bienestar, tu trabajo en el aula y tu tiempo personal.
Algo tan simple como revisar la agenda cinco minutos antes de empezar el día puede ayudarte a anticiparte, ordenar prioridades y reducir el estrés. Del mismo modo, anotar al final de la jornada lo que quedó pendiente o lo que funcionó bien permite cerrar el día con mayor claridad y preparar el siguiente con más tranquilidad. Son gestos breves, pero que generan un efecto acumulativo positivo con el tiempo.
También podés incorporar rutinas semanales, como tener un momento fijo para preparar materiales, responder correos o corregir. Al hacerlo siempre en el mismo horario, tu mente se entrena para enfocarse más rápido en cada tarea y evitás estar resolviendo cosas todo el tiempo. Esto no solo mejora tu ritmo de trabajo, sino que te deja más espacio libre para lo importante.
Otro hábito potente es frenar unos minutos por semana para revisar tu planificación. No hace falta reescribir todo ni hacer grandes reformas: a veces basta con ajustar una consigna, reorganizar una actividad o posponer algo que no suma en este momento. Tomarte ese rato para revisar no es perder tiempo, sino recuperarlo.
Sumar estos hábitos no significa llenarte de nuevas tareas, sino todo lo contrario: se trata de poner orden, reducir la improvisación y darle más fluidez a tu día a día. Y lo mejor es que, una vez que los adoptás, se vuelven parte natural de tu dinámica como docente.
La organización no es una meta en sí misma, sino una herramienta para trabajar con mayor claridad y calma. Cuando lográs construir esos pequeños hábitos, el cambio se nota en los resultados… pero sobre todo, en cómo te sentís con lo que hacés.