Por: Maximiliano Catalisano
Cuando un estudiante de secundaria imagina su futuro, pocas veces se le pregunta cómo podría crear su propio proyecto, resolver un problema local o impulsar una idea que genere impacto. Sin embargo, en los últimos años, América Latina ha comenzado a cambiar esa mirada. Desde México hasta Chile, los sistemas educativos están promoviendo programas que despiertan el espíritu emprendedor desde las aulas. La intención no es solo formar futuros empresarios, sino enseñar a los jóvenes a pensar de manera creativa, a identificar oportunidades y a transformar los desafíos en soluciones concretas. Fomentar el emprendimiento escolar significa apostar por una educación que motiva, conecta con la realidad y prepara para la vida.
Durante décadas, la escuela secundaria en la región se enfocó principalmente en la transmisión de conocimientos. Pero los nuevos escenarios económicos y sociales, marcados por la innovación tecnológica, el trabajo independiente y la búsqueda de soluciones sostenibles, impulsaron a los gobiernos a incorporar las competencias emprendedoras en los currículos escolares. Esto incluye no solo asignaturas específicas, sino también metodologías activas que promueven la autonomía, la toma de decisiones y la resolución de problemas. De esta forma, la educación deja de centrarse únicamente en el aula y se convierte en una experiencia viva donde los estudiantes aprenden a través de proyectos, talleres y desafíos reales.
Nuevas políticas y programas en acción
En México, el programa Jóvenes con Rumbo ha sido un referente regional. Se trata de una iniciativa que conecta escuelas secundarias con pequeñas empresas y mentores locales para que los alumnos desarrollen proyectos productivos con impacto social. El enfoque está puesto en la creatividad, la sostenibilidad y el trabajo colaborativo. Los estudiantes aprenden sobre administración, comunicación, liderazgo de equipos y responsabilidad comunitaria mientras diseñan prototipos, servicios o campañas para su entorno. Esta experiencia no solo fortalece su autoestima, sino que también les muestra que la innovación puede surgir desde cualquier contexto, incluso desde los barrios más humildes.
Chile, por su parte, ha desarrollado una estrategia nacional para el fomento del emprendimiento escolar a través del programa Innova Chile, apoyado por la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). En este modelo, las escuelas incorporan módulos de innovación y talleres prácticos donde los jóvenes trabajan en equipos para resolver problemas reales de sus comunidades. Los proyectos van desde sistemas de riego automatizados hasta iniciativas de reciclaje o campañas digitales para pequeños comercios. Este enfoque de aprendizaje basado en proyectos busca fortalecer el pensamiento crítico y la capacidad de los estudiantes para generar ideas viables, sostenibles y con sentido social.
En Argentina, la enseñanza del emprendedurismo se está expandiendo dentro del nivel medio técnico y en escuelas orientadas en economía o ciencias sociales. A través de ferias de innovación, incubadoras escolares y programas como Emprender Futuro, los alumnos exploran el diseño de productos, la gestión de microemprendimientos y la comunicación comercial. Pero, sobre todo, aprenden a trabajar con propósito. El énfasis está en reconocer necesidades locales y construir respuestas creativas desde la escuela. Muchas provincias incluso articulan con universidades y municipios para que los proyectos puedan continuar luego de la graduación, favoreciendo una continuidad entre la formación y la práctica.
La cultura del emprendimiento como aprendizaje de vida
Fomentar competencias de emprendimiento en la escuela no significa enseñar a vender, sino enseñar a pensar. En países como Colombia, Perú y Uruguay, la formación emprendedora se integra en el marco de la educación para la ciudadanía y el desarrollo personal. Los docentes trabajan con los estudiantes habilidades blandas como la comunicación, la empatía, la resiliencia y la planificación, entendiendo que el emprendimiento también es una forma de autoconocimiento. Se busca que los jóvenes descubran su potencial y comprendan que emprender es mucho más que crear una empresa: es identificar un problema, comprometerse con una causa y generar valor para otros.
En Perú, el programa Formando Emprendedores impulsa experiencias de aprendizaje donde los alumnos simulan la creación de una pequeña empresa dentro de la escuela. Elaboran productos, realizan campañas de venta y registran sus ingresos y gastos. Más allá de lo económico, lo importante es que los jóvenes comprenden cómo la organización, la creatividad y la cooperación pueden convertir una idea en algo tangible. Este tipo de actividades genera entusiasmo, participación y sentido de logro, fortaleciendo el vínculo entre lo que se aprende y su aplicación práctica.
Una región con talento joven y mirada al futuro
América Latina tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo, y eso representa una oportunidad extraordinaria. Promover el espíritu emprendedor desde la educación secundaria no solo favorece el desarrollo individual de los estudiantes, sino también el progreso colectivo. En varios países, los programas escolares de emprendimiento han dado origen a proyectos que se transformaron en verdaderas soluciones comunitarias: aplicaciones móviles para conectar productores rurales, emprendimientos sociales de reciclaje o talleres de oficios para jóvenes en situación de vulnerabilidad. Cada una de estas experiencias demuestra que la educación emprendedora puede ser una herramienta de transformación social cuando se orienta al bien común.
En este contexto, los organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o la UNESCO han apoyado iniciativas que promueven la cultura emprendedora en el ámbito educativo. Sus informes destacan que los jóvenes latinoamericanos muestran altos niveles de creatividad y capacidad de adaptación, pero necesitan espacios institucionales que reconozcan y potencien esas habilidades. Por eso, la escuela juega un papel central: debe ofrecer el entorno adecuado para que las ideas florezcan y los proyectos puedan sostenerse en el tiempo.
Hacia una educación que inspire a crear y transformar
Las experiencias de los países latinoamericanos demuestran que enseñar emprendimiento en la secundaria no es una moda, sino una apuesta estratégica para formar ciudadanos activos, innovadores y comprometidos. Los docentes que acompañan estos procesos se convierten en guías que ayudan a los jóvenes a descubrir sus talentos, a asumir riesgos y a convertir los errores en aprendizajes. El resultado no siempre es un negocio rentable, pero sí una mente abierta, capaz de imaginar un futuro distinto y de actuar para hacerlo posible.
Fomentar el emprendimiento desde la escuela secundaria es, en definitiva, una manera de fortalecer la confianza de los estudiantes en su propio potencial. Cada proyecto, cada idea compartida y cada intento fallido construyen el camino hacia una nueva cultura del aprendizaje: una que enseña a los jóvenes a crear, a colaborar y a transformar su entorno con propósito. En las aulas de América Latina ya se está gestando una generación de estudiantes que no solo sueña con el futuro, sino que aprende a construirlo con sus propias manos.
