Por: Maximiliano Catalisano
La inteligencia artificial ya es parte de la vida cotidiana y la escuela no puede quedar al margen de esta transformación. Desde herramientas que generan contenido hasta plataformas que personalizan el aprendizaje, la IA está redefiniendo la forma en que los estudiantes acceden a la información y desarrollan habilidades. Esto plantea desafíos y oportunidades que requieren una adaptación tanto de docentes como de instituciones educativas.
Uno de los principales cambios es la forma en que se busca y procesa la información. Los estudiantes tienen acceso a chatbots, asistentes virtuales y sistemas que pueden responder preguntas en segundos. Esto exige un enfoque renovado en la enseñanza del pensamiento crítico, para que sepan analizar y verificar la información en lugar de aceptarla sin cuestionamiento.
Los docentes también enfrentan el reto de incorporar estas herramientas en sus prácticas diarias. La IA puede ayudar a personalizar contenidos, automatizar tareas repetitivas y brindar apoyo en la evaluación de los aprendizajes. Sin embargo, su uso debe ir acompañado de una reflexión sobre sus límites y sobre cómo fortalecer la creatividad y el pensamiento reflexivo en los estudiantes.
Otro aspecto clave es la preparación de las escuelas para esta transformación. No se trata solo de incorporar tecnología, sino de generar espacios de formación y debate sobre el impacto de la IA en la educación. Comprender sus alcances y saber cuándo utilizarla permite aprovechar sus beneficios sin perder de vista el rol fundamental de la enseñanza basada en la interacción humana.
Adaptarse a la inteligencia artificial en la escuela no significa reemplazar la enseñanza tradicional, sino complementarla con herramientas que potencian el aprendizaje. La clave está en encontrar un equilibrio que permita a los estudiantes aprovechar las ventajas de la tecnología sin perder el desarrollo de habilidades fundamentales para su futuro.