Por: Maximiliano Catalisano

¿Se puede enseñar a pensar el mundo desde el aula? ¿Podemos formar estudiantes que no solo sepan matemática o lengua, sino también cómo convivir con otros, cuidar el planeta y comprometerse con lo que pasa más allá de su barrio? La educación para la ciudadanía global propone justamente eso: abrir la mirada, desarrollar la empatía y promover una participación activa en la construcción de un mundo más justo y consciente. No hace falta viajar ni grandes recursos. Se trata de sumar pequeñas prácticas cotidianas que conecten la escuela con los desafíos reales del siglo XXI.

Desde el nivel inicial hasta la secundaria, es posible trabajar temas como los derechos humanos, la diversidad cultural, el cuidado del ambiente, la resolución pacífica de conflictos o la participación democrática. Esto no implica crear materias nuevas, sino incorporar estos ejes en lo que ya enseñamos. Por ejemplo, al analizar noticias en clase, al debatir sobre el uso del agua, al investigar problemáticas sociales de la comunidad o al diseñar proyectos que incluyan el trabajo con otras escuelas o instituciones.

Las tecnologías también juegan un papel importante. Nos permiten conocer otras realidades, comunicarnos con personas de diferentes países, acceder a materiales de organismos internacionales y construir una visión más amplia del mundo. Incluso las redes sociales, bien utilizadas, pueden ser espacios para promover campañas escolares, difundir acciones solidarias o visibilizar temas relevantes para los estudiantes.

Formar ciudadanos globales no es una moda. Es una necesidad. Implica fomentar el pensamiento crítico, el compromiso con los valores democráticos, la conciencia ambiental y el respeto por las diferencias. No se trata de imponer ideas, sino de habilitar preguntas, acompañar procesos y confiar en que la escuela puede ser un motor de cambio social.

Lo más valioso es que este enfoque no exige grandes estructuras ni reformas profundas. Puede comenzar con una conversación en el aula, un proyecto interdisciplinario, una salida al barrio, una carta a una autoridad o la organización de una jornada por la paz. La ciudadanía global empieza en lo local, en los vínculos que se tejen en cada clase, en cada recreo, en cada gesto que invita a mirar más allá de uno mismo.