Por: Maximiliano Catalisano

El cuerpo es el primer lenguaje que los niños utilizan para comunicarse con el mundo. Antes de hablar, expresan emociones y necesidades a través del movimiento, lo que convierte a la expresión corporal en una herramienta fundamental para su desarrollo. En el ámbito escolar, esta forma de comunicación no solo ayuda a fortalecer la autoestima y la creatividad, sino que también mejora las habilidades cognitivas, sociales y emocionales que acompañarán a los niños a lo largo de su vida.

El movimiento libre permite explorar el espacio, conocer los propios límites y desarrollar la coordinación. A través de actividades como la danza, el teatro o los juegos rítmicos, los niños aprenden a relacionarse con los demás ya canalizar sus emociones de manera saludable. Estas experiencias favorecen la confianza en sí mismos y la capacidad de trabajar en equipo, aspectos fundamentales en cualquier entorno de aprendizaje.

Desde la neurociencia, se ha demostrado que la conexión entre cuerpo y mente es esencial para el aprendizaje. Al moverse, los niños estimulan funciones cerebrales que intervienen en la memoria, la atención y la resolución de problemas. Saltar, girar, imitar movimientos o interpretar una historia a través del cuerpo no solo favorece la expresión personal, sino que también ayuda a fijar conocimientos y mejorar la comprensión de conceptos abstractos.

Incorporar la expresión corporal en la educación inicial y primaria permite crear un ambiente más dinámico y participativo. Cuando los niños se sienten cómodos con su cuerpo y pueden expresarse sin miedo al juicio, desarrollan mayor seguridad en sí mismos y una relación más positiva con el aprendizaje. Por ello, es importante que la escuela valore y promueva espacios donde el movimiento sea parte del proceso educativo, permitiendo que cada niño explore, crea y comunique de la manera más natural para su desarrollo.