Por: Maximiliano Catalisano
El año 2026 se presenta como un punto de inflexión para la educación en España, no por la expectativa de una gran reforma inmediata, sino por la urgencia de detenerse a pensar qué está ocurriendo realmente en las escuelas y qué ajustes pueden hacerse desde la realidad cotidiana. En un contexto económico ajustado, con demandas sociales crecientes y con instituciones educativas que sostienen su tarea día a día, repensar la educación deja de ser un eslogan para convertirse en una necesidad concreta. La conversación ya no gira únicamente en torno a qué cambiar, sino a cómo hacerlo sin depender de inversiones imposibles y sin seguir acumulando medidas que no dialogan con la práctica escolar.
La educación española arrastra desde hace años una serie de tensiones que se manifiestan con claridad en las aulas. Los cambios sociales, las nuevas formas de comunicarse y aprender, y la diversidad de trayectorias de los estudiantes conviven con estructuras escolares que, en muchos casos, se mantienen rígidas. Esta distancia entre lo que la escuela ofrece y lo que la realidad demanda genera desgaste, frustración y una sensación de estancamiento. Pensar la educación en 2026 implica asumir esta tensión sin negar los logros alcanzados, pero también sin minimizar los problemas que persisten.
Uno de los primeros aspectos que aparece al repensar el sistema educativo es la organización del tiempo y del trabajo escolar. Jornadas fragmentadas, agendas saturadas y una multiplicación de tareas administrativas dificultan que docentes y equipos directivos puedan concentrarse en lo pedagógico. En este escenario, revisar cómo se utilizan los tiempos disponibles se vuelve una decisión estratégica. No se trata de sumar horas ni de extender jornadas, sino de ordenar prioridades y simplificar procesos que hoy consumen energía sin aportar mejoras reales al aprendizaje.
La práctica docente es otro de los ejes centrales en este proceso de reflexión. Lejos de discursos abstractos, la necesidad de repensar la educación en España pasa por observar lo que sucede en el aula todos los días. Cómo se planifican las clases, cómo se acompaña a estudiantes con trayectorias diversas y cómo se construye el vínculo pedagógico son preguntas que atraviesan cualquier intento de mejora. Muchas experiencias muestran que pequeños cambios sostenidos, como ajustar consignas, diversificar actividades o mejorar la retroalimentación, pueden generar resultados visibles sin requerir recursos adicionales.
La escuela frente a nuevas demandas sociales
Repensar la educación en 2026 también implica revisar la relación entre la escuela y la sociedad. Las familias esperan respuestas rápidas, acompañamiento constante y soluciones a problemas que muchas veces exceden el ámbito educativo. Esta situación coloca a las escuelas en una posición compleja, donde se les exige cada vez más sin una definición clara de responsabilidades compartidas. Pensar la educación hoy supone reconstruir acuerdos realistas, fortalecer el diálogo con las familias y delimitar el rol de la escuela sin perder su sentido pedagógico.
La evaluación de los aprendizajes aparece como otro punto sensible del debate educativo. En muchos centros, las prácticas de evaluación se han convertido en procedimientos rutinarios que generan presión tanto en estudiantes como en docentes. Repensar la educación en España implica revisar estas prácticas para que vuelvan a tener un sentido formativo, orientado a comprender procesos y a mejorar la enseñanza. Este cambio no requiere necesariamente nuevas normativas, sino una reflexión profunda sobre cómo y para qué se evalúa.
La formación docente ocupa un lugar destacado en cualquier análisis sobre el futuro de la educación. Sin embargo, en 2026 la discusión se desplaza hacia formas de desarrollo profesional más cercanas a la escuela. El intercambio entre colegas, el análisis conjunto de prácticas y la construcción de acuerdos pedagógicos dentro de cada institución aparecen como alternativas posibles y sostenibles. Estas estrategias permiten mejorar la enseñanza desde adentro, aprovechando el conocimiento acumulado por los propios docentes y sin depender exclusivamente de propuestas externas.
La tecnología, presente de manera creciente en las escuelas, también requiere una revisión cuidadosa. Tras una incorporación acelerada de herramientas digitales en los últimos años, el desafío ya no es sumar más dispositivos o plataformas, sino ordenar su uso. Repensar la educación implica preguntarse qué tecnologías aportan valor real a la enseñanza y cuáles solo agregan complejidad. Un uso más coherente y planificado de los recursos disponibles puede mejorar la organización escolar y el trabajo en el aula sin generar nuevos gastos.
Otro aspecto relevante es el clima institucional y las relaciones dentro de la escuela. Muchas veces, las dificultades no se originan en la falta de recursos, sino en problemas de comunicación, en la ausencia de acuerdos claros o en la fragmentación del trabajo en equipo. Repensar la educación en España en 2026 supone atender estos aspectos menos visibles, pero determinantes para el funcionamiento diario de las instituciones. Mejorar el clima escolar es una de las transformaciones más accesibles y con mayor impacto en la vida educativa.
La diversidad de contextos educativos en España obliga a evitar soluciones únicas. No todas las escuelas enfrentan los mismos desafíos ni cuentan con las mismas posibilidades. Por eso, repensar la educación requiere una mirada flexible, capaz de reconocer las particularidades de cada territorio y de cada comunidad educativa. Escuchar experiencias diversas y aprender de ellas es una de las claves para avanzar sin imponer modelos ajenos a la realidad.
En este proceso de revisión, también resulta necesario analizar decisiones tomadas en años anteriores. Algunas medidas han generado avances, mientras que otras han mostrado límites evidentes. Repensar la educación no significa comenzar de cero, sino evaluar lo recorrido, rescatar lo que funciona y corregir lo que no ha dado los resultados esperados. En un contexto económico restrictivo, aprender de la experiencia es una de las formas más responsables de proyectar mejoras.
En síntesis, España enfrenta en 2026 la necesidad de repensar su educación desde una perspectiva realista y comprometida con lo cotidiano. No se trata de prometer cambios espectaculares ni de anunciar reformas inmediatas, sino de revisar prácticas, ordenar procesos y fortalecer el trabajo colectivo dentro de las escuelas. En un escenario de recursos limitados, estas decisiones adquieren un valor central. Repensar la educación es, en definitiva, una tarea compartida que exige reflexión, diálogo y la convicción de que los cambios más sostenibles suelen comenzar por lo posible.
