Por: Maximiliano Catalisano

La educación tiene un poder que va mucho más allá de enseñar contenidos. Cada jornada escolar es una oportunidad para sembrar preguntas, despertar intereses, ofrecer herramientas y acompañar decisiones. En ese entramado cotidiano entre docentes y estudiantes, la escuela puede convertirse en un espacio clave para pensar el futuro, imaginar horizontes y construir proyectos de vida que no estén definidos por mandatos ajenos, sino por deseos auténticos.

Acompañar proyectos de vida no es una tarea extra, ni una asignatura suelta. Es una forma de mirar la educación. Es entender que cada alumno llega al aula con historias, contextos, expectativas, dudas y talentos únicos. Que algunos saben qué quieren, otros no lo tienen claro, y muchos solo necesitan que alguien les pregunte en serio qué les interesa. Por eso, el rol de la escuela no se limita a formar académicamente: también está en habilitar preguntas, mostrar caminos posibles y ayudar a que cada uno descubra lo que le importa.

El proyecto de vida no se impone. Se construye. Y en ese proceso, la escucha activa y el acompañamiento genuino valen más que cualquier discurso. No se trata de llenar formularios vocacionales ni de resolver todo en una charla. Se trata de generar espacios donde hablar del futuro no sea una presión, sino una invitación. Donde el error no sea un fracaso, sino parte del recorrido. Donde haya lugar para lo que sienten, no solo para lo que rinden.

Para lograr esto, no hacen falta grandes estructuras. Hace falta tiempo de calidad, docentes disponibles y propuestas que conecten con lo real. Las salidas educativas, las charlas con profesionales, los talleres de orientación, las entrevistas personales o los proyectos interdisciplinarios pueden abrir puertas inmensas. Pero también lo puede hacer una conversación después de clase, una devolución oportuna o una mirada que diga “confío en vos”.

Educar con sentido implica poner el foco en la persona. Implica reconocer que cada trayecto escolar está atravesado por emociones, decisiones y búsquedas. Y que cuando la escuela se vuelve un espacio donde se puede ser, elegir y proyectar, entonces realmente está cumpliendo una función que trasciende los libros: está sembrando futuro.