Por: Maximiliano Catalisano

Hay gestos que antes funcionaban y hoy ya no. Frases que eran incuestionables, actitudes que bastaban para poner un límite, figuras que se respetaban solo por ocupar un lugar. En las escuelas, algo cambió. La autoridad ya no se sostiene solamente por el cargo, por la edad ni por la distancia. Se resquebrajan los modelos tradicionales, se tensionan las relaciones y aparecen nuevas preguntas. ¿Qué tipo de autoridad necesita la escuela hoy? ¿Quién la construye, cómo se sostiene, con qué herramientas? Esta nota propone mirar sin nostalgia ni temor el proceso de transformación de la autoridad escolar, no para perderla, sino para volver a pensarla.

Cuando él “porque sí” ya no alcanza

Durante décadas, la autoridad escolar se apoyó en una lógica vertical, en la que quien mandaba tenía la razón y quien obedecía no tenía voz. Esa estructura respondía a una sociedad más rígida, donde la figura del adulto no se cuestionaba y la palabra del maestro o del directivo era definitiva.

Pero los vínculos cambiaron. Las infancias y adolescencias se volvieron más activas, más críticas, más autónomas. La palabra adulta ya no se respeta por costumbre, sino que se somete a prueba. Eso no significa desobediencia gratuita, sino otra manera de relacionarse. Un modo que pide argumentos, diálogo, coherencia. El “porque sí” ya no funciona. Hoy, la autoridad se gana, no se impone.

La autoridad que se sostiene en el vínculo

La escuela que dialoga con el presente no puede seguir basándose en jerarquías cerradas. Necesita figuras adultas que acompañen sin dominar, que orienten sin aplastar. La autoridad ya no se define por el tono de voz ni por la distancia, sino por la confianza, la presencia y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Cuando un docente establece normas claras, las cumple, las hace cumplir y escucha a sus estudiantes, construye autoridad. Cuando un directivo interviene con respeto, sin humillar, sin castigar por castigar, su palabra tiene peso. El vínculo es la base. La autoridad surge del reconocimiento, no del temor.

El desgaste de los modelos punitivos

Los modelos de autoridad centrados en el castigo están en retroceso. No porque no se necesiten límites, sino porque el castigo como único recurso no transforma conductas. Por el contrario, suele generar más distancia, más rebeldía, más desconexión.

La sanción tiene sentido solo cuando forma parte de un proceso más amplio de acompañamiento, donde se reflexiona sobre lo ocurrido y se busca reparar. El modelo que solo expulsa, que solo señala, se queda corto frente a los desafíos actuales. Los estudiantes no necesitan adultos que griten más fuerte, sino que comprendan lo que hay detrás de cada acto.

Familias que interpelan

Otra tensión aparece en el vínculo con las familias. Antes, en muchos casos, la escuela tenía la última palabra. Hoy, eso se discute. Algunas familias acompañan, otras confrontan, otras se desentienden. Pero en todos los casos, se modifica el modo en que la autoridad escolar se ejerce.

Los docentes y equipos de conducción ya no pueden trabajar como si el aula estuviera aislada. Lo que pasa fuera de la escuela impacta dentro. Por eso, construir autoridad también implica tejer vínculos con las familias, abrir canales de comunicación, evitar posicionamientos extremos y buscar puntos de encuentro, sin renunciar al rol institucional.

La autoridad también se construye entre pares

No se habla tanto de esto, pero la autoridad entre colegas también está en juego. En muchas escuelas, los equipos docentes se sienten desarticulados, atravesados por desconfianzas o roces. Cuando eso ocurre, el clima institucional se resiente. La falta de diálogo, el aislamiento profesional, el juicio entre pares, debilita el trabajo colectivo y también la posibilidad de sostener límites comunes con los estudiantes.

Reconstruir autoridad interna es una tarea pendiente en muchas instituciones. Implica abrir espacios de encuentro entre adultos, validar el trabajo del otro, pedir ayuda cuando se necesita, asumir que nadie puede solo. La autoridad profesional también se construye en comunidad.

Lo que no cambia: la necesidad de un marco

Aunque los modelos de autoridad cambien, la necesidad de un marco claro sigue vigente. La escuela no puede ser un territorio donde todo dé lo mismo. El “todo vale” genera tanto daño como el autoritarismo. Por eso, repensar la autoridad no es renunciar a ella, sino asumir que requiere una nueva forma.

Ese marco se construye con acuerdos, con participación, con claridad en las normas, con consecuencias previsibles. No se trata de eliminar la figura adulta como referencia, sino de resignificarla desde otro lugar, más humano, más firme, más coherente.