Por: Maximiliano Catalisano
Hablar de juego en la escuela secundaria puede parecer, para muchos, una propuesta fuera de lugar. Se asocia lo lúdico con la infancia, con la primaria, con ese universo en el que se aprende jugando. Pero al llegar a la adolescencia, el juego suele desaparecer de las propuestas escolares como si ya no hiciera falta, como si hubiera quedado atrás. Sin embargo, el juego no es solo una actividad para chicos. Es una herramienta de construcción de sentido, un modo de entrar al conocimiento, una forma de involucrarse, de estar presente. Reintroducir el juego en la escuela secundaria no es volver a la infancia. Es reconocer que se puede aprender con disfrute, con participación activa, con deseo. Esta nota invita a pensar qué lugar puede tener el juego en la secundaria, por qué recuperarlo y cómo integrarlo sin perder profundidad pedagógica.
Por qué el juego desaparece
A medida que los alumnos crecen, se espera que su relación con el saber sea más seria, más racional, más “adulta”. Esta expectativa hace que el juego se perciba como algo superficial o inadecuado. A eso se suma la presión por cumplir contenidos, los exámenes, la organización del tiempo escolar fragmentado. Todo parece invitar a dejar de lado lo lúdico. Sin embargo, los adolescentes no dejan de jugar. Juegan en redes sociales, en videojuegos, en espacios informales. El juego sigue estando, pero la escuela lo ignora. Y al hacerlo, pierde una oportunidad de conexión.
Jugar no es perder el tiempo
Uno de los grandes prejuicios sobre el juego es que hace perder tiempo valioso. Pero jugar no implica dejar de aprender. Al contrario, muchas veces permite aprendizajes más profundos porque moviliza emociones, favorece el trabajo en grupo, y estimula la creatividad. A través del juego se puede resolver problemas, argumentar, tomar decisiones, experimentar. Se puede aprender historia debatiendo en un juego de roles, se puede aprender lengua creando guiones, se puede trabajar matemática con desafíos por equipos. El juego no es solo distracción. Es un lenguaje posible para acercarse al conocimiento.
El juego y la motivación
Uno de los grandes desafíos de la escuela secundaria es la motivación. Muchos estudiantes llegan a clase con desinterés, con desconexión, con sensación de que lo que se enseña no tiene nada que ver con ellos. Incorporar el juego puede ser una forma de cambiar esa percepción. No se trata de “entretener” para que no se aburran. Se trata de conectar con lo que genera deseo de estar, de participar, de pensar. El juego no reemplaza al contenido. Lo acerca.
Además, jugar cambia los vínculos. Los adolescentes que comparten una actividad lúdica con sus docentes y sus pares generan otro tipo de relación. Aparece el humor, la confianza, el trabajo en conjunto. El aula se transforma en un espacio donde se puede ensayar, errar, volver a intentar. Y eso es también aprender.
Propuestas que integran lo lúdico
Existen muchas formas de incluir el juego en la secundaria sin que eso implique dejar de lado lo académico. Se pueden organizar trivias para repasar contenidos, juegos de cartas didácticas, simulaciones, desafíos por equipos, escape rooms, dramatizaciones. También se pueden usar plataformas interactivas, incorporar elementos de gamificación en las consignas, o diseñar proyectos en los que el juego sea parte central.
Cada docente puede encontrar el modo que le resulte más auténtico. Lo importante no es aplicar una técnica específica, sino cambiar la mirada. Dejar de ver el juego como un recurso menor y empezar a verlo como una puerta de entrada.
Resistencias posibles
No todos los adultos en la escuela ven con buenos ojos la introducción del juego en la secundaria. Puede haber quienes crean que eso resta seriedad o que los estudiantes “se desordenan”. Por eso es importante construir una fundamentación clara. Mostrar que el juego no reemplaza el contenido, sino que lo potencia. Que no es improvisación, sino planificación con otra lógica. Que se puede jugar con objetivos claros y con evaluación. Y que, sobre todo, se puede jugar con respeto, con escucha, con intencionalidad
Repensar la escuela desde el juego
La pregunta sobre el lugar del juego en la secundaria es, en realidad, una pregunta más profunda: ¿cómo queremos que sea la experiencia escolar de los adolescentes? ¿Una experiencia marcada solo por la obligación, la presión, la exigencia? ¿O una experiencia que también permita disfrutar, crear, probar?
El juego en la secundaria no es volver al jardín. Es abrir otra puerta. Es reconocer que el conocimiento no se transmite solo por explicaciones, sino también por participación activa. Que los adolescentes tienen derecho a una escuela que los invite a involucrarse con deseo. Que el juego puede ser mucho más que un recreo: puede ser un modo de construir sentidos, un lenguaje para pensar el mundo.