Por: Maximiliano Catalisano
A veces las planillas, carpetas y registros se sienten como un peso más en el escritorio docente. Sin embargo, cuando se comprende su verdadero valor, registrar la trayectoria pedagógica de cada estudiante se transforma en una herramienta que permite acompañar mejor sus procesos, mirar con atención sus avances y detectar a tiempo aquellas situaciones que requieren apoyo. Registrar bien no es simplemente completar casilleros, es construir memoria de cada paso que da el estudiante en su camino escolar, resguardar su historia de aprendizaje y ofrecerle a cada familia una mirada cercana sobre lo que ocurre en la escuela.
Registrar la trayectoria pedagógica implica mucho más que anotar calificaciones o consignar ausencias. Se trata de escribir con claridad sobre los procesos de aprendizaje, las formas de participación, los intereses, las dificultades que se presentan y las estrategias que se implementan para acompañar cada situación. Es construir un relato continuo que permite comprender cómo se va desarrollando cada estudiante en las distintas áreas, tanto en lo académico como en lo vincular, sin perder de vista su singularidad.
Este registro requiere ser claro, concreto y respetuoso. Es importante escribir de manera objetiva, describiendo situaciones concretas que permitan comprender de qué manera se va dando el proceso de aprendizaje y qué acciones se realizaron para acompañarlo. En lugar de frases generales como “no presta atención” o “no participa”, se puede registrar “durante las actividades grupales se distrae con facilidad y necesita recordatorios para retomar la tarea” o “responde cuando se le pregunta, pero no suele intervenir de manera espontánea”.
Registrar adecuadamente la trayectoria pedagógica también permite observar los avances que se van logrando a lo largo del tiempo. Muchas veces, en la rutina diaria, estos avances pasan desapercibidos, pero cuando se releen los registros es posible valorar las mejoras que se fueron alcanzando, por más pequeñas que parezcan. Esta mirada favorece el acompañamiento del estudiante desde un lugar de confianza, fortaleciendo su autoestima y su motivación para seguir aprendiendo.
Otro aspecto relevante es que el registro de la trayectoria pedagógica se convierte en una herramienta de diálogo con las familias. Permite compartir con claridad cómo se encuentra el estudiante en su recorrido escolar, qué aspectos se han trabajado, cuáles son los avances logrados y en qué puntos se necesita sostener el acompañamiento. Además, brinda la posibilidad de que las familias puedan aportar información valiosa sobre las situaciones que pueden estar influyendo en el aprendizaje o en la participación en la escuela.
Para que el registro cumpla con su propósito, es necesario que sea actualizado de manera periódica y no quede limitado a un único momento del año. Registrar al finalizar cada trimestre o cada proyecto permite tener una mirada más completa y evitar olvidos de situaciones importantes. Además, posibilita planificar mejor las estrategias a implementar, en función de las necesidades que se detectan y de los avances alcanzados.
Registrar de manera adecuada no significa llenar espacios con palabras bonitas, sino escribir de forma honesta, cuidada y con responsabilidad, resguardando la intimidad de cada estudiante y evitando etiquetas que puedan condicionar su trayectoria. Las palabras que se utilizan en los registros tienen un impacto, por eso es fundamental elegirlas con cuidado, evitando adjetivos que descalifiquen o generalizaciones que no permiten ver al estudiante en su singularidad.
En muchos casos, el registro de la trayectoria pedagógica se convierte en una herramienta de trabajo compartido entre docentes, equipos de orientación y equipos directivos. Permite sostener el acompañamiento cuando un estudiante cambia de grado, de turno o de institución, asegurando la continuidad de los procesos y evitando la pérdida de información importante que puede marcar una diferencia en la manera de acompañarlo.
Registrar también implica reconocer las estrategias que se han puesto en marcha y evaluarlas. Escribir sobre qué propuestas resultaron adecuadas y cuáles no tuvieron el resultado esperado permite ajustar las prácticas y diseñar nuevas formas de intervención que se adecuen a las necesidades del estudiante. De esta manera, el registro no queda como un documento estático, sino que se convierte en un recurso vivo, que se transforma y se enriquece con cada paso que se da en el proceso educativo.
Registrar la trayectoria pedagógica de manera clara y consciente es un acto de cuidado hacia cada estudiante. Permite mirarlo en su proceso, reconocer sus logros, acompañarlo en sus dificultades y construir puentes con las familias. También es una forma de fortalecer la tarea docente, porque ofrece información que orienta las decisiones pedagógicas y ayuda a planificar con mayor sentido.
Cuando el registro se convierte en una práctica cotidiana, deja de ser una carga administrativa y se transforma en una herramienta que enriquece la tarea escolar. Es un modo de sostener el compromiso con cada estudiante, reconociendo que detrás de cada cuaderno, cada carpeta y cada actividad realizada hay una historia que merece ser acompañada con responsabilidad y cercanía.