Por: Maximiliano Catalisano
Hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la escuela no es solo sumar contenidos nuevos, sino despertar una mirada diferente sobre el mundo que habitamos. Incorporarlos al currículum escolar puede parecer un desafío al principio, pero en realidad es una oportunidad para enriquecer los proyectos, conectar con temas que movilizan a los estudiantes y acercar el aula a las problemáticas reales que enfrentamos como sociedad.
Los ODS, impulsados por Naciones Unidas, son 17 metas globales que buscan transformar nuestro planeta desde distintos aspectos: cuidado del ambiente, acceso a la salud, educación de calidad, igualdad de género, trabajo digno, entre otros. Más allá de lo técnico, cada uno de ellos toca temas que ya están presentes en las conversaciones escolares. Por eso, integrarlos no requiere construir algo desde cero, sino darle un nuevo enfoque a lo que ya se trabaja.
Un buen comienzo es revisar proyectos que ya se realizan en la institución y vincularlos con alguno de los objetivos. Por ejemplo, una huerta escolar puede conectarse con el ODS 2 (hambre cero) o el ODS 13 (acción por el clima). Una campaña de reciclado puede enlazarse con el ODS 12 (producción y consumo responsable). Un taller sobre convivencia escolar puede relacionarse con el ODS 16 (paz, justicia e instituciones sólidas). Las posibilidades son muchas y permiten abordar estos temas sin sobrecargar la planificación.
Otra forma de integrar los ODS es aprovechar las áreas curriculares para hacer conexiones transversales. En lengua se pueden trabajar textos que aborden problemáticas sociales; en ciencias, investigar causas y consecuencias del cambio climático; en historia, analizar procesos que llevaron a desigualdades estructurales. El objetivo no es incorporar un nuevo contenido, sino vincular lo que ya se enseña con los desafíos del presente.
Los ODS también ofrecen una excelente oportunidad para que los estudiantes se involucren en proyectos colaborativos, tomen decisiones y propongan ideas para su entorno. Esto favorece el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y la participación activa. Además, es un camino posible para dar sentido a la educación desde lo cotidiano, mostrando que lo que se aprende puede tener un impacto directo en la comunidad.
En este proceso, es clave evitar convertir los ODS en una lista abstracta. Cuanto más conectados estén con la realidad de los estudiantes, más sentido van a tener. No se trata de memorizar qué número corresponde a cada objetivo, sino de reflexionar, actuar y transformar, incluso con pequeñas acciones. Integrar los ODS en el currículum no es una meta lejana: es un modo de hacer escuela con conciencia, compromiso y creatividad.