Por: Maximiliano Catalisano

Tomar decisiones en la escuela puede ser un desafío cuando las urgencias del día a día exigen respuestas rápidas, pero muchas veces esas decisiones se repiten sin lograr cambios concretos en el aprendizaje o en la convivencia escolar. Una gestión basada en evidencia no es una moda, es una forma de ordenar las decisiones en la escuela utilizando datos reales, observaciones y resultados que permitan saber qué funciona, qué necesita ser revisado y qué acciones vale la pena sostener. Si sentís que tu escuela necesita avanzar hacia un modo de gestión que se funde en datos claros y no en suposiciones, esta nota te ayudará a comprender cómo empezar a implementar una gestión escolar basada en evidencia de forma simple y posible.

Gestionar con base en evidencia significa que cada decisión que se tome esté fundamentada en datos y no solo en intuiciones o en costumbres. Para esto, es importante primero definir qué aspectos se quieren mejorar en la escuela: puede ser la asistencia de los estudiantes, los resultados en ciertas áreas, la participación de las familias o la organización de los tiempos escolares. Una vez definido el foco, se comienza a buscar la información disponible que permita conocer la situación actual.

Una herramienta inicial es utilizar los registros que la escuela ya tiene: libros de asistencia, boletines de calificaciones, actas de reuniones con familias, observaciones de los docentes y cuadernos de novedades. Estos datos permiten identificar patrones, como los días con mayor inasistencia, las áreas en las que más dificultades aparecen o los cursos en los que se presentan más conflictos de convivencia. Es importante registrar estos datos de forma organizada para poder analizarlos con claridad.

Una vez que se tienen los datos, el equipo de conducción puede reunirse con los docentes para compartir la información y reflexionar sobre las posibles causas de las situaciones que se detectan. Este momento de análisis conjunto permite escuchar diferentes miradas y construir propuestas de acción que sean realistas y que respondan a las necesidades reales de la escuela.

Otro paso importante en la gestión basada en evidencia es definir objetivos claros y medibles. Por ejemplo, si se detecta que hay alta inasistencia los días de lluvia, se puede establecer como objetivo reducir ese porcentaje mediante estrategias de comunicación con las familias o ajustes en la organización de actividades. Si se observa que muchos estudiantes presentan dificultades en lengua, se pueden planificar refuerzos o talleres específicos, midiendo luego si esas acciones generan mejoras.

Es importante que las acciones que surjan de la gestión basada en evidencia sean seguidas y evaluadas. Esto significa que luego de implementar una estrategia, se deben volver a recoger datos para analizar si se lograron mejoras y si es necesario ajustar o continuar con las acciones. De esta manera, la gestión se transforma en un proceso dinámico y no en un listado de actividades aisladas.

Trabajar con evidencia también permite fundamentar las decisiones frente a la comunidad educativa. Cuando las familias conocen que las decisiones de la escuela se toman a partir de datos y de análisis serios, se genera mayor confianza y se fortalece el vínculo con la institución. Además, compartir con las familias algunos resultados, como mejoras en la asistencia o en la participación de los estudiantes, permite visibilizar los avances y reforzar la participación comunitaria.

La gestión basada en evidencia también puede aplicarse en la organización de proyectos escolares. Por ejemplo, al planificar actividades de articulación con nivel inicial o con secundaria, se pueden utilizar datos sobre trayectorias previas de los estudiantes para identificar qué aspectos fortalecer. Del mismo modo, al organizar talleres para familias, se pueden utilizar encuestas para conocer los intereses y las disponibilidades de horario, aumentando la participación.

Otro aspecto importante es la formación de los equipos docentes. Utilizar evidencia permite planificar capacitaciones en áreas en las que se detectan necesidades reales, evitando propuestas genéricas que luego no se aplican en el aula. Esta planificación de la formación docente basada en datos permite que las capacitaciones tengan un impacto directo en la mejora de las prácticas.

Es fundamental mantener la confidencialidad y el respeto al utilizar datos de estudiantes y familias. La gestión basada en evidencia no se trata de exponer situaciones personales, sino de analizar patrones generales que permitan mejorar las propuestas educativas y las condiciones de enseñanza y aprendizaje.

Una gestión escolar basada en evidencia requiere constancia y organización, pero una vez incorporada, transforma la manera en que se toman decisiones en la escuela. Permite optimizar tiempos, priorizar recursos y enfocar las acciones en aquello que realmente impacta en el aprendizaje y en el bienestar de los estudiantes.

Trabajar de esta manera no significa que la escuela se convierta en una planilla de datos, sino que los datos se transformen en aliados para construir una institución más ordenada, justa y cercana a las necesidades de su comunidad.

Gestionar con evidencia es una invitación a mirar la realidad con datos, a escuchar las voces de docentes, familias y estudiantes y a tomar decisiones que se sostengan en información clara y no en urgencias aisladas. Es una forma de fortalecer el rol de la escuela como espacio de aprendizaje, participación y cuidado para todos.