Por: Maximiliano Catalisano
Cada vez más instituciones alrededor del mundo están eliminando las tareas para el hogar, desafiando un modelo educativo que ha permanecido intacto durante generaciones. Esta propuesta ha despertado debates entre docentes, familias y especialistas en educación. Mientras algunos sostienen que reducir la carga de trabajo fuera del aula mejora el bienestar infantil y fomenta un aprendizaje más significativo, otros temen que la ausencia de práctica en casa pueda afectar el rendimiento académico. ¿Realmente es posible aprender sin tareas?
El argumento a favor de eliminar las tareas se basa en el impacto que estas pueden tener en la vida de los estudiantes. Investigaciones sugieren que el exceso de trabajo escolar fuera del aula no solo genera estrés y ansiedad, sino que también puede disminuir la motivación por aprender. En países como Finlandia, donde los deberes son mínimos, los resultados académicos siguen siendo excelentes, lo que ha llevado a cuestionar si las tareas tradicionales son realmente necesarias para lograr un aprendizaje profundo.
Por otro lado, quienes defienden las tareas destacan su importancia en el desarrollo de hábitos de estudio y responsabilidad. La repetición y la práctica han sido claves en el aprendizaje de habilidades como la escritura, el cálculo y la resolución de problemas. Sin embargo, la clave puede estar en el equilibrio: no se trata de eliminar por completo el trabajo en casa, sino de transformar las tareas en actividades que realmente despierten el interés de los alumnos, sin convertirse en una carga.
El debate sobre las tareas escolares nos invita a replantearnos cómo aprendemos y qué estrategias son más efectivas para preparar a los estudiantes del siglo XXI. Más allá de la cantidad de deberes, lo que realmente hace la diferencia es la calidad de la enseñanza y la capacidad de generar experiencias de aprendizaje que sean significativas dentro y fuera del aula.