Por: Maximiliano Catalisano

Dirigir una escuela no es solo organizar horarios y firmar papeles. Implica tomar decisiones diarias que afectan la vida de docentes, estudiantes y familias, y esas decisiones pueden ayudar a que la inclusión sea una realidad en cada aula y cada recreo. La inclusión se construye con acciones concretas que se reflejan en las prácticas cotidianas: en cómo se organizan los grupos, en cómo se planifican las clases, en cómo se resuelven los conflictos y en cómo se acompañan los distintos ritmos de aprendizaje. Si sentís que tu escuela necesita avanzar hacia un enfoque inclusivo de verdad, este artículo te brindará ideas claras y aplicables para llevar adelante una conducción que ponga a las personas en el centro de cada decisión.

Trabajar con enfoque inclusivo no significa agregar actividades aisladas sobre diversidad ni llenar carteleras con frases bonitas. Implica revisar las prácticas de enseñanza, el uso de los espacios, la organización de los recursos y las formas de comunicarse con las familias, generando un clima de respeto y cuidado donde todos puedan participar. Para esto, el equipo de conducción necesita acompañar a los docentes y al personal de la escuela, escuchando inquietudes, generando espacios de formación interna y habilitando propuestas que permitan atender la diversidad de aprendizajes.

Una conducción con mirada inclusiva cuida la organización de la escuela, pero también la flexibilidad necesaria para atender las situaciones que puedan surgir en el día a día. Esto implica acompañar a los docentes en la planificación de adaptaciones, facilitar recursos y materiales específicos cuando se requieren, y mantener una comunicación cercana con las familias, escuchando y generando acuerdos para el acompañamiento de cada estudiante. También requiere sostener la calma frente a situaciones imprevistas y buscar soluciones que prioricen la continuidad de las trayectorias escolares.

Es importante que la institución cuente con un proyecto inclusivo que no quede solo en el papel. Para esto, la conducción puede organizar reuniones periódicas con el equipo docente para revisar el avance de las propuestas, analizar las dificultades que se presentan y ajustar las estrategias necesarias para que todos puedan participar en las actividades escolares. Estas reuniones también son oportunidades para compartir recursos, intercambiar ideas y reforzar el trabajo en equipo, generando un clima de confianza que ayude a sostener las prácticas inclusivas en el tiempo.

Acompañar las trayectorias de los estudiantes implica mirar más allá de las calificaciones. Requiere conocer sus intereses, sus contextos familiares y sus formas de aprender, para poder ofrecer alternativas que favorezcan la participación. Esto puede incluir la organización de apoyos, el uso de tecnología para facilitar el acceso a los contenidos, o el diseño de proyectos interdisciplinarios que permitan a cada estudiante aportar desde sus posibilidades. Una conducción con enfoque inclusivo valora estas acciones, las reconoce y las sostiene, entendiendo que cada paso cuenta en la construcción de un aula más justa.

La comunicación con las familias es un pilar para la inclusión real. Desde la conducción, se pueden generar espacios de encuentro donde las familias puedan expresar sus inquietudes y necesidades, y donde puedan conocer las propuestas de la escuela para acompañar a sus hijos. La cercanía con las familias fortalece los vínculos y permite encontrar soluciones conjuntas a las dificultades que puedan presentarse, evitando que los estudiantes queden al margen del aprendizaje por problemas que pueden resolverse con diálogo y creatividad.

También es importante revisar cómo se organizan los espacios de la escuela para favorecer la participación de todos. Esto incluye pensar en la accesibilidad de las aulas, el uso de los patios y pasillos, y la organización de las actividades recreativas y culturales. Una escuela inclusiva cuida estos detalles, generando un ambiente donde todos puedan moverse con autonomía y participar de las propuestas sin barreras físicas ni simbólicas que limiten su presencia.

La inclusión se construye día a día, con decisiones pequeñas y grandes que muestran que la escuela está dispuesta a abrirse a la diversidad. Una conducción que sostiene esta mirada anima a los docentes a innovar, a buscar estrategias, a pedir ayuda cuando lo necesitan y a reconocer los logros que se van alcanzando. También implica sostener la convicción de que todos los estudiantes pueden aprender y que es responsabilidad de la escuela encontrar las formas para que eso suceda, sin buscar culpables cuando aparecen las dificultades, sino buscando soluciones posibles.

Conducir una institución con enfoque inclusivo es, en definitiva, construir una escuela donde cada persona sea valorada por lo que es, donde se respeten los ritmos de aprendizaje y donde se trabaje en comunidad para que cada estudiante pueda desarrollarse. Es un camino que requiere constancia, escucha y compromiso, pero cada paso que se da deja huellas que transforman el aula y la escuela en un espacio de encuentro y aprendizaje real.