Por: Maximiliano Catalisano
Hay algo que ya no se puede negar: los dispositivos móviles están en todas partes, y los estudiantes no los dejan fuera del aula. En lugar de prohibirlos o ignorarlos, muchas escuelas están empezando a incorporarlos como herramientas para el aprendizaje. Lejos de distraer, los celulares pueden convertirse en aliados potentes para investigar, crear, comunicar y colaborar. Lo que antes era motivo de discusión, hoy puede ser el punto de partida para repensar cómo enseñamos y cómo aprenden los chicos.
Integrar los dispositivos móviles en el aprendizaje no significa que los estudiantes estén todo el día frente a una pantalla. Significa reconocer que el celular puede ser un recurso pedagógico más, tan valioso como un libro, una cartulina o una computadora. Se trata de diseñar propuestas en las que los alumnos usen sus teléfonos para buscar información, grabar entrevistas, registrar procesos, editar videos, hacer encuestas o resolver desafíos en equipo. Todo con un propósito claro y vinculado a los contenidos escolares.
Para que esto funcione, hace falta generar acuerdos institucionales y repensar las reglas de uso. No es lo mismo sacar el celular para mirar redes que para escanear un código QR con una consigna de trabajo. Por eso, el uso de dispositivos móviles tiene que ser planificado, contextualizado y compartido entre docentes, estudiantes y familias. Cuando hay claridad en los objetivos, se evitan los malentendidos y se potencia lo pedagógico.
También es importante que el uso de móviles esté acompañado por propuestas creativas. La alfabetización digital, el trabajo en red, la gestión de la información y la producción de contenidos propios son aprendizajes que cobran fuerza cuando se usan los celulares de manera significativa.
Por supuesto, integrar los móviles no es una solución mágica. Es un proceso que requiere ensayo, error, escucha y reflexión constante. Pero cuando los dispositivos dejan de ser un problema y pasan a ser parte del camino, los resultados empiezan a notarse. Hay más conexión entre lo que pasa dentro y fuera de la escuela, más motivación en los estudiantes y nuevas oportunidades para enseñar de otra manera.
En definitiva, los dispositivos móviles no son el enemigo. Son parte del presente, y pueden ser también parte del futuro si se los usa con intención pedagógica. La clave está en atreverse a probar, a transformar y a acompañar ese cambio con mirada abierta.