Por: Maximiliano Catalisano

El receso escolar no es solo un momento para descansar y recuperar energías, sino también una oportunidad valiosa para mirar con calma lo vivido durante el ciclo escolar y preguntarse cómo nos sentimos con nuestra práctica diaria. Aprovechar el receso para reflexionar sobre la práctica docente permite encontrar espacios de pausa donde surgen preguntas, ideas y deseos de mejorar sin presiones, con la tranquilidad de no tener que resolver todo en el mismo momento, sino de poder pensar con tiempo cómo queremos continuar acompañando a nuestros estudiantes cuando volvamos al aula.

La rutina diaria de la escuela muchas veces nos deja con poco margen para detenernos a pensar. Entre planificaciones, clases, reuniones, situaciones familiares y conflictos que surgen, se avanza con lo inmediato, dejando pendiente la posibilidad de analizar con serenidad lo que nos pasa en el aula y cómo nos afecta cada experiencia. El receso, con sus días de descanso, es un buen momento para recuperar la calma necesaria para mirar nuestro recorrido con honestidad.

Aprovechar este tiempo implica habilitar un espacio para escribir pensamientos, anotar situaciones que nos marcaron durante el cuatrimestre y pensar qué nos gustaría cambiar o fortalecer en nuestra práctica. No se trata de una autoevaluación rígida, sino de un momento íntimo donde podemos preguntarnos cómo estamos enseñando, cómo nos sentimos al hacerlo y qué deseamos seguir construyendo.

Es importante mirar tanto los aspectos positivos como aquellos que generan malestar. Reconocer los logros, los vínculos que se generaron, las clases que disfrutamos y los aprendizajes compartidos nos da fuerza para continuar, mientras que identificar las dificultades nos permite pensar estrategias para abordarlas de otra manera, sin juzgarnos de forma dura, sino con la mirada de quien busca crecer en su tarea.

Reflexionar sobre la práctica docente durante el receso puede incluir la lectura de textos pedagógicos que despierten nuevas ideas o nos ayuden a pensar sobre nuestra tarea. Sin embargo, no es necesario llenar el receso de lecturas obligadas, sino elegir aquello que realmente despierte interés y motive, permitiendo que el descanso y la reflexión convivan en equilibrio.

Otro recurso valioso es conversar con colegas de confianza sobre las vivencias del cuatrimestre. Compartir preocupaciones, dudas, aciertos y miedos en un espacio sin presiones ayuda a mirar las situaciones desde otras perspectivas y a comprender que no estamos solos en los desafíos que atraviesa la docencia.

El receso escolar también puede ser un momento para reconectar con aquello que nos motiva a enseñar. Pensar en lo que nos gusta de nuestra profesión, recordar historias de estudiantes que nos emocionaron o que nos enseñaron algo importante nos ayuda a fortalecer el sentido de nuestra tarea.

Organizar las ideas que surjan durante este tiempo de reflexión puede ser de ayuda para el regreso a clases. Anotar en una libreta o en un archivo digital aquellos objetivos personales que nos gustaría trabajar, nuevas dinámicas que deseamos probar o estrategias para acompañar mejor a nuestros estudiantes nos permite regresar con intenciones claras y energía renovada.

Aprovechar el receso escolar para reflexionar sobre la práctica docente no significa llenar el descanso de tareas pendientes, sino ofrecerse la posibilidad de pensar desde la calma, respetando el propio ritmo y entendiendo que este tiempo también es necesario para el cuidado personal.

La reflexión docente es un camino que se construye paso a paso. Cada receso escolar puede ser una oportunidad para dar un pequeño paso en esa construcción, cuidando la propia salud mental, recuperando la energía que requiere la tarea y generando nuevas ideas que ayuden a renovar la mirada sobre el aula.

Es importante recordar que cada docente vive su práctica de manera distinta y que no existen recetas únicas. Lo que para una persona resulta transformador, para otra puede no tener sentido, y esa diversidad enriquece las experiencias de enseñanza.

Dedicar tiempo a reflexionar durante el receso escolar es una forma de cuidar la vocación, de sostener el deseo de enseñar y de mantener vivo el compromiso con los estudiantes y con uno mismo. Este tiempo puede convertirse en un refugio para recargar energías y para reencontrarse con las motivaciones que llevaron a elegir la docencia como camino de vida.

Cuando se regresa de un receso donde se ha podido reflexionar con calma, se vuelve al aula con una mirada distinta. Las ideas se ordenan, las emociones se calman y se abre la posibilidad de intentar nuevas formas de enseñar, de escuchar con más paciencia y de acompañar con mayor claridad a cada estudiante.

Aprovechar el receso escolar para reflexionar sobre la práctica docente es un acto de cuidado hacia uno mismo y hacia los estudiantes. Permite transformar el descanso en un tiempo fértil, donde las ideas crecen sin presiones, donde las preguntas se vuelven brújula y donde el deseo de enseñar se renueva para continuar con pasión, calma y alegría.