Por: Maximiliano Catalisano
Aprender a leer y escribir es un momento clave en la infancia, pero en la era digital, este proceso se transforma con nuevas herramientas y desafíos. Hoy, los niños no solo interactúan con libros y cuadernos, sino también con pantallas, aplicaciones y contenidos digitales que influyen en su aprendizaje. Como familias, el acompañamiento en este camino es fundamental para equilibrar el uso de la tecnología con estrategias tradicionales que favorecen el desarrollo de la lectura y la escritura.
El contacto con los libros sigue siendo imprescindible. Aunque los dispositivos electrónicos ofrecen múltiples recursos, la lectura en papel permite una mejor concentración y comprensión. Tener cuentos en casa, leer en voz alta y conversar sobre las historias son prácticas que fortalecen la alfabetización desde una edad temprana.
Las pantallas pueden ser aliadas si se utilizan con criterios claros. Aplicaciones interactivas, audiolibros y juegos educativos pueden complementar el aprendizaje de manera atractiva. Sin embargo, es importante establecer tiempos de uso y seleccionar contenidos adecuados para evitar distracciones que dificulten la adquisición de habilidades básicas.
El ejemplo de los adultos es clave en este proceso. Si los niños ven que en casa valoran la lectura y la escritura, estarán más motivados a explorarlas. Escribir notas a mano, compartir lecturas y fomentar conversaciones sobre lo que leen y ven en la pantalla ayudan a consolidar hábitos positivos.
Uno de los mayores desafíos es el desarrollo de la escritura en un mundo donde priman los teclados y los mensajes cortos. Dibujar letras, escribir a mano y practicar con textos breves favorecen la motricidad y la construcción del pensamiento. A medida que crecen, combinar la escritura manual con el uso del teclado les permitirá adaptarse a distintos formatos de comunicación.
Acompañar la alfabetización en la era digital requiere encontrar un equilibrio entre lo tradicional y lo tecnológico. Con una presencia activa y estrategias adecuadas, es posible potenciar el aprendizaje de la lectura y la escritura sin que las pantallas reemplacen experiencias esenciales para el desarrollo infantil.