Por: Maximiliano Catalisano
Toda comunidad educativa atraviesa, en algún momento, situaciones de tensión entre la escuela y las familias. A veces por una decisión institucional, otras por un malentendido o por la forma en que se comunica una novedad. Lo cierto es que, cuando hay un conflicto, el equipo directivo tiene un rol clave para sostener el vínculo, cuidar el diálogo y transformar ese momento en una oportunidad de acercamiento.
Uno de los primeros pasos es escuchar. Puede parecer simple, pero muchas veces en el intento de defender una postura, se pierde la oportunidad de conocer a fondo qué preocupa, qué molesta o qué espera la familia. Escuchar no significa ceder, sino abrir un canal para que la otra parte se sienta tomada en cuenta. Esto descomprime el clima, y muchas veces ya permite que el tono del intercambio cambie por completo.
Otro aspecto importante es cuidar los modos. La conducción no solo representa a la escuela, sino que también marca el tono de las conversaciones. Un llamado telefónico en lugar de un mensaje impersonal, un saludo cordial, una cita presencial cuando el tema lo requiere, son gestos que construyen puentes. La firmeza no está reñida con el respeto, y una respuesta clara puede convivir perfectamente con una actitud cercana.
También es fundamental no demorar demasiado las respuestas. Cuando una familia hace un planteo o expresa una queja, espera ser atendida en un tiempo razonable. Si la conducción se toma días para contestar, el malestar puede crecer. Contestar no implica tener todo resuelto en el momento, pero sí al menos ofrecer una primera devolución, compartir los pasos que se van a seguir o simplemente reconocer que el mensaje fue recibido.
En paralelo, es necesario cuidar al personal docente. Muchas veces los conflictos con las familias tienen su origen en situaciones que involucran directamente a un docente. Allí el equipo directivo debe acompañar, escuchar y actuar con criterio. No se trata de tomar partido, sino de intervenir de manera justa y, sobre todo, de evitar que se genere un clima de exposición o desgaste innecesario para quienes están en el aula.
Pensar en instancias de encuentro, no solo para resolver problemas, sino también para anticiparlos, es otra herramienta valiosa. Reuniones breves al inicio del ciclo, talleres de convivencia, espacios donde se expliquen acuerdos institucionales o canales de contacto claros, todo eso ayuda a que los malentendidos se reduzcan y que las familias sientan que hay un espacio para ser parte.
La gestión de conflictos no es una tarea fácil, pero tampoco es una batalla. Con escucha, claridad y presencia, se puede atravesar cada situación preservando el vínculo y reafirmando el compromiso compartido por la educación de los estudiantes.
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