Por: Maximiliano Catalisano
En las aulas de Asia, donde conviven cientos de lenguas, tradiciones y creencias, la educación bilingüe se ha convertido en una poderosa herramienta para unir el pasado con el futuro. No se trata solo de enseñar un idioma extranjero, sino de lograr que los estudiantes puedan moverse entre dos mundos sin perder sus raíces. Mientras muchos países priorizan el aprendizaje del inglés como lengua global, al mismo tiempo crece la preocupación por mantener vivas las lenguas locales, portadoras de historia, identidad y memoria. En ese equilibrio entre modernidad y tradición, Asia ofrece experiencias únicas que muestran cómo el lenguaje puede ser puente y refugio al mismo tiempo.
Un continente de mil lenguas
Asia es, quizás, el continente con mayor diversidad lingüística del planeta. Desde las montañas del Himalaya hasta las islas del Pacífico, coexisten idiomas oficiales, dialectos regionales y lenguas indígenas que conviven en un mismo territorio. En este contexto, la educación bilingüe no es un lujo, sino una necesidad. Los gobiernos y las comunidades buscan que las nuevas generaciones aprendan idiomas de comunicación internacional, como el inglés o el mandarín, pero sin que eso implique el abandono de su lengua materna.
Países como India, Filipinas, Malasia y Nepal han desarrollado programas educativos que combinan el aprendizaje de una lengua global con la enseñanza en el idioma local. En India, por ejemplo, muchas escuelas rurales enseñan las primeras materias en la lengua de la comunidad antes de introducir el hindi y el inglés. Esta práctica no solo mejora la comprensión y el rendimiento escolar, sino que refuerza la autoestima cultural de los estudiantes. En Filipinas, el programa “Mother Tongue-Based Multilingual Education” busca garantizar que los niños comiencen su escolaridad aprendiendo a leer y escribir en su lengua materna antes de pasar al inglés o al filipino.
El idioma como raíz y como futuro
La educación bilingüe en Asia no se limita al aprendizaje instrumental de lenguas extranjeras. En muchos casos, es un proyecto de preservación cultural. En países como Tailandia, Vietnam o Indonesia, las lenguas indígenas han estado amenazadas por décadas debido a la urbanización y la globalización. Las escuelas bilingües han asumido un papel clave en su revitalización. Enseñar en la lengua originaria permite que los alumnos se reconozcan a sí mismos en los textos, en las canciones, en las historias. No aprenden solo palabras, sino formas de ver el mundo.
En Tailandia, el programa “Patani Malay-Thai Bilingual Education” en el sur del país ha logrado mejorar la relación entre comunidades musulmanas y el Estado, utilizando la lengua como herramienta de entendimiento y respeto. En Nepal, proyectos educativos en zonas montañosas combinan el nepalí con lenguas como el tamang o el gurung, integrando contenidos culturales en el currículo escolar. Cada idioma que se mantiene vivo en la escuela es también una cultura que sigue respirando.
Desafíos de una educación entre dos lenguas
Sin embargo, la implementación de programas bilingües no está exenta de dificultades. La falta de docentes formados en ambas lenguas, la escasez de materiales didácticos y la presión por adoptar modelos educativos internacionales muchas veces generan tensiones. En algunos países, el inglés se percibe como símbolo de progreso y oportunidades laborales, mientras que las lenguas locales son vistas como parte del pasado. Esta mirada, aunque comprensible, puede provocar la pérdida de expresiones culturales irremplazables.
Aun así, la experiencia demuestra que el bilingüismo bien planificado no debilita las lenguas originarias, sino que las fortalece. Los niños que aprenden en su lengua materna desarrollan una base cognitiva más sólida y adquieren con mayor facilidad otros idiomas. Además, los sistemas bilingües fomentan la empatía y la comprensión intercultural, al permitir que los estudiantes se reconozcan en su diversidad y aprendan a valorar la de los demás.
Aprender sin olvidar
El equilibrio entre modernidad y tradición es uno de los mayores logros de la educación bilingüe asiática. Mientras se promueve la competencia en idiomas internacionales, se preservan los saberes locales, las canciones, los cuentos y los modos de nombrar el mundo. Este enfoque educativo enseña que no hay contradicción entre ser ciudadano global y mantener una identidad propia. De hecho, la fortaleza de Asia radica justamente en su diversidad lingüística, en la capacidad de aprender del otro sin renunciar a la propia voz.
Los docentes tienen un papel central en esta tarea. No son solo mediadores del aprendizaje de idiomas, sino guardianes de culturas. A través de estrategias didácticas creativas —como lecturas bilingües, dramatizaciones, proyectos comunitarios y uso de tecnología local—, ayudan a los alumnos a comprender que cada palabra tiene una historia. En comunidades rurales, la escuela se convierte en el espacio donde los abuelos, los padres y los niños dialogan en distintas lenguas, construyendo un puente entre generaciones.
Un mensaje que trasciende fronteras
Las experiencias asiáticas en educación bilingüe muestran que el idioma no es solo una herramienta de comunicación, sino también una forma de pertenencia. En un mundo donde las lenguas dominantes tienden a uniformar la cultura, Asia demuestra que es posible aprender inglés o mandarín sin dejar de hablar con la voz del propio pueblo. La enseñanza bilingüe, cuando se apoya en el respeto por la identidad y la historia, se convierte en una fuerza transformadora.
El desafío de las próximas décadas será sostener este equilibrio. Con el avance de la inteligencia artificial y la expansión de la educación en línea, la competencia lingüística se volverá cada vez más importante. Pero lo que realmente marcará la diferencia será la capacidad de las sociedades para conservar su diversidad cultural. En Asia, esa conciencia ya está en marcha. En cada escuela bilingüe, en cada maestro que enseña dos alfabetos, en cada niño que traduce entre mundos, late la certeza de que la educación puede ser, a la vez, memoria y futuro.
