Por: Maximiliano Catalisano

Cada vez más escuelas se animan a salir de las paredes del aula para transformar patios, jardines, plazas y parques en escenarios de aprendizaje. No es una moda pasajera. Es una mirada diferente sobre cómo y dónde se puede aprender. Las clases al aire libre permiten que los estudiantes exploren, se muevan, experimenten y descubran el mundo de una manera más libre y espontánea. En contacto con la naturaleza, los saberes se viven desde el cuerpo, los sentidos y la emoción. Y eso cambia por completo la experiencia escolar.

Estudiar rodeados de verde, de sol y de aire fresco tiene beneficios que impactan tanto en lo cognitivo como en lo emocional. Los chicos se sienten más tranquilos, más motivados y más conectados con lo que están aprendiendo. La naturaleza funciona como un aula abierta que despierta curiosidad, invita a observar, a preguntar y a resolver situaciones concretas. No se trata solo de dar una clase de ciencias naturales entre árboles. Se puede leer, escribir, hacer matemática, trabajar en equipo o simplemente observar cómo cambian las estaciones. Todo es contenido si hay una propuesta intencional detrás.

Además, las clases al aire libre permiten desarrollar habilidades que dentro del aula a veces quedan relegadas. El trabajo colaborativo, la escucha, el respeto por el entorno y la resolución de problemas se dan de manera espontánea cuando el espacio invita a moverse y relacionarse de otra manera. El contacto con la naturaleza también ayuda a reducir el estrés, mejora la atención y favorece la creatividad.

Pero no hace falta tener un bosque o un gran parque cerca. Salir al patio de la escuela, recorrer la manzana, visitar una plaza o sentarse bajo un árbol ya es un primer paso para mirar el aprendizaje desde otro lugar. Las experiencias al aire libre les permiten a los chicos apropiarse del espacio, moverse con libertad y sentirse parte de un mundo que no está separado de la escuela, sino que forma parte de su educación.

La posibilidad de aprender en contacto con la naturaleza también despierta un sentido de pertenencia y de cuidado por el ambiente. Los niños y jóvenes que viven estas experiencias suelen desarrollar mayor sensibilidad hacia los recursos naturales y una conexión más genuina con su entorno. Aprender al aire libre no es solo una alternativa pedagógica, es una oportunidad para construir una mirada más respetuosa, consciente y activa sobre el mundo que habitamos.

Salir de las paredes del aula es abrir la puerta a nuevas formas de enseñar y aprender. Es volver a lo simple, a lo esencial, a lo que conecta a las personas con la vida real. Porque cuando la naturaleza se convierte en parte del aula, los aprendizajes dejan de ser solo teoría y se transforman en experiencias que se recuerdan para siempre.