Por: Maximiliano Catalisano
Hoy es casi imposible imaginar la vida sin internet. Desde tareas escolares hasta redes sociales, juegos en línea o clases virtuales, la mayoría de los estudiantes pasan varias horas por día conectados. Pero con tantas oportunidades también aparecen riesgos: desde mensajes extraños hasta estafas disfrazadas de juegos, pasando por contenidos inadecuados y el uso indebido de datos personales. Por eso es fundamental que tanto padres como estudiantes conozcan algunas reglas básicas para navegar con seguridad. Esta guía está pensada para ofrecer consejos claros, prácticos y reales, para evitar problemas, proteger la privacidad y aprender a usar la red como una herramienta útil y respetuosa.
La seguridad en internet no es solo instalar un antivirus o bloquear ciertos sitios. Es también saber cómo comportarse, cómo proteger los datos, qué compartir y con quién, y qué hacer si algo incómodo sucede. Muchas veces los riesgos aparecen disfrazados de diversión: un juego que pide permisos innecesarios, una red social donde se comparten fotos sin pensar, un mensaje que parece inofensivo pero que oculta malas intenciones. La mejor protección es el conocimiento.
Uno de los principales temas que padres y estudiantes deben conocer es el manejo de contraseñas. Las claves deben ser seguras, no repetirse en todos los sitios y no compartirse con nadie, ni siquiera entre amigos. Usar una fecha de cumpleaños o el nombre de una mascota no es recomendable. Una buena contraseña tiene letras, números y símbolos, y se cambia cada cierto tiempo. Esto ayuda a evitar que otras personas accedan a cuentas privadas, correos, juegos o plataformas escolares.
Otro aspecto importante es saber reconocer los intentos de engaño. Muchas veces llegan mensajes que prometen premios, becas, tarjetas gratis o regalos por solo hacer clic. Estos engaños, conocidos como phishing, buscan robar datos o instalar programas peligrosos. Si algo suena demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea. Siempre es mejor revisar el remitente, no abrir enlaces desconocidos y consultar con un adulto.
En el caso de los estudiantes más chicos, es fundamental que las familias acompañen. Esto no significa espiar cada paso, sino construir confianza. Navegar juntos, acordar horarios, conocer las páginas que se visitan y hablar abiertamente sobre lo que se ve en internet ayuda a prevenir problemas. También es útil configurar controles parentales en dispositivos, activar filtros de contenido y establecer reglas claras sobre el uso de pantallas.
Las redes sociales merecen una atención especial. Allí muchas veces se comparten fotos, videos, ubicaciones y datos personales sin pensar. Una imagen que hoy parece graciosa puede traer consecuencias en el futuro. Además, no todo el mundo en internet es quien dice ser. Por eso, es importante no aceptar solicitudes de personas desconocidas, no compartir contraseñas con otros usuarios y pensar dos veces antes de publicar algo. Lo que se sube a la red, muchas veces, queda ahí para siempre.
También es importante hablar del ciberacoso. Se trata de agresiones, burlas o amenazas que ocurren a través de mensajes, publicaciones o chats. Puede pasar en juegos online, en grupos escolares o en redes sociales. Si un estudiante recibe mensajes ofensivos, lo primero es no responder, guardar las pruebas y contarle a un adulto. Nadie debe tolerar maltratos, ni en persona ni en línea. Las escuelas también tienen un rol: deben actuar si el acoso afecta la vida escolar.
Otro tema clave es el manejo del tiempo. Pasar muchas horas frente a la pantalla puede afectar el descanso, la concentración y las relaciones con otras personas. Por eso, es importante establecer horarios, alternar actividades en línea con otras fuera de la pantalla, y no usar el celular como única forma de entretenimiento. Para los padres, es esencial dar el ejemplo: no sirve pedir que los hijos apaguen el celular si los adultos no lo hacen.
En las clases virtuales o plataformas escolares también se debe mantener el respeto. Usar nombres reales, no interrumpir a otros, no compartir enlaces indebidos y participar de forma activa es parte del comportamiento digital responsable. Los espacios virtuales también son espacios sociales, donde se construyen vínculos y aprendizajes.
Proteger los datos personales es otra prioridad. No hace falta compartir la dirección de casa, el teléfono o el nombre completo en cada aplicación. En muchos casos, la información que se da sin pensar es usada para vender productos, enviar publicidad o, peor, para estafar. Leer las condiciones antes de aceptar términos y permisos puede parecer aburrido, pero evita sorpresas.
Una buena práctica es actualizar siempre los programas, aplicaciones y sistemas operativos. Las actualizaciones no solo agregan funciones, también corrigen errores de seguridad. Mantener todo al día ayuda a evitar que los dispositivos sean vulnerables a ataques.
La seguridad en internet es un derecho, pero también una responsabilidad compartida. Las familias deben acompañar con paciencia, las escuelas deben educar desde edades tempranas, y los estudiantes deben aprender a cuidarse y a cuidar a los demás. Con información clara y diálogo abierto, es posible disfrutar de la tecnología sin poner en riesgo la privacidad ni la tranquilidad.