Por: Maximiliano Catalisano
Cuando llega el momento de emitir una certificación escolar, todo debe estar claro, completo y correctamente escrito. Aunque parezca un trámite simple, un pequeño error puede generar grandes complicaciones: desde demoras innecesarias hasta reclamos por información incorrecta. Por eso, es fundamental prestar atención a cada detalle y tener una guía práctica que ayude a evitar los tropiezos más comunes.
Uno de los errores más frecuentes tiene que ver con la omisión o el uso incorrecto de datos básicos, como nombres, apellidos, fechas o números de documento. A veces por copiar información de otros documentos o por completar apurados, se arrastran fallas que podrían haberse evitado con una revisión atenta. Un paso sencillo pero muy útil es leer en voz alta lo escrito antes de firmar o enviar.
Otro punto a cuidar es la redacción. La certificación debe ser clara, con un lenguaje formal, sin repeticiones ni expresiones dudosas. No es necesario recargar con términos técnicos o frases largas. Lo importante es que el contenido sea comprensible, conciso y cumpla con la finalidad del documento. Si hay dudas sobre cómo expresarlo, es mejor consultar ejemplos aprobados previamente o guías institucionales.
También es habitual olvidar datos institucionales relevantes como número de resolución, sello actualizado o nombre completo del establecimiento. Estos elementos le dan validez al documento y son clave para que cualquier organismo externo pueda reconocerlo sin inconvenientes. Un checklist interno puede ayudar a asegurarse de que nada quede afuera.
Además, es importante organizar los modelos de certificación y actualizarlos cuando hay cambios normativos o administrativos. Si el equipo directivo, secretaría o personal docente trabaja sobre versiones diferentes o desactualizadas, aumentan las posibilidades de errores. Centralizar los modelos en una carpeta digital compartida puede hacer la tarea mucho más ágil y segura.
Por último, no hay que subestimar el valor del tiempo. Emitir una certificación con apuro suele traer más problemas que soluciones. Cuando el procedimiento está ordenado y todos saben qué pasos seguir, las urgencias se reducen y la calidad del trabajo mejora. A veces, lo que parece una tarea rutinaria es en realidad una oportunidad para dar una buena imagen institucional y generar confianza en las familias.