Por: Maximiliano Catalisano

Las vacaciones terminan y, mientras algunas familias se preparan con entusiasmo para la vuelta a clases, otras se enfrentan con la angustia de ver a sus hijos resistirse a regresar a la escuela. El “no quiero ir” puede venir acompañado de llanto, mal humor o silencios, y muchas veces genera preocupación en quienes acompañan a los chicos en casa. Entender que esta reacción puede ser normal y que existen formas de acompañarlos con calma y afecto es el primer paso para transformar este momento en una oportunidad para fortalecer su seguridad y ayudarlos a reconectar con la escuela de manera positiva.

Escuchar lo que sienten

Cuando un niño dice que no quiere volver a la escuela después del receso, es importante detenerse y escuchar. Preguntar con calma qué es lo que siente, si hay algo que le preocupa o le da miedo, ayuda a entender qué hay detrás de esa negativa. A veces puede ser temor a separarse nuevamente de casa, cansancio por el cambio de rutina o alguna situación puntual en la escuela que le genera inseguridad. Validar sus emociones y demostrarle que está bien sentir miedo o tristeza, al mismo tiempo que se le transmite que se lo va a acompañar, genera confianza.

Anticipar la vuelta con tiempo

Hablar con anticipación sobre el regreso a la escuela puede ayudar a los chicos a prepararse mentalmente. Contarles qué día comenzarán, cómo serán los horarios, con quiénes se reencontrarán y qué actividades les esperan, permite que puedan imaginar la vuelta con menos incertidumbre. Se pueden recordar momentos lindos que vivieron en la escuela antes del receso, como juegos en el recreo, actividades con amigos o proyectos que disfrutan, reforzando la idea de que la escuela también es un lugar de disfrute.

Retomar rutinas de a poco

Durante las vacaciones, los horarios y las rutinas suelen cambiar, por lo que retomar de golpe puede generar malestar. Una forma de acompañar a los chicos es ajustar los horarios de sueño unos días antes, preparar mochilas con calma y establecer nuevamente algunos hábitos que se mantendrán durante la etapa escolar. Las rutinas brindan seguridad, ayudan a ordenar el día y permiten que el cuerpo y la mente se adapten a los cambios sin tensiones.

Ofrecer espacios de diálogo

Los momentos de charla en familia, en los que puedan expresar sus miedos o dudas, son valiosos para que los chicos se sientan acompañados. Preguntarles cómo se sienten con la vuelta, qué esperan del regreso o si necesitan algo en particular, permite que sientan que su voz es escuchada. A veces, hablar de cómo uno también se siente con los cambios de rutina ayuda a que comprendan que es normal tener distintas emociones y que pueden afrontarlas juntos.

Acompañar con calma el primer día

El primer día de regreso puede ser el más difícil. Acompañarlos hasta la puerta, despedirse con una frase de aliento y transmitir seguridad con gestos sencillos puede marcar una gran diferencia. Evitar apuros, organizar con tiempo la salida de casa y generar un clima tranquilo contribuye a que el niño sienta confianza. Si la angustia persiste, se puede acordar con el docente una forma de acompañamiento, como un objeto de apego en la mochila o la posibilidad de enviar un mensaje durante la jornada para confirmar que todo está bien.

Crear rituales que acompañen la vuelta

Los rituales de despedida, como un abrazo especial, una frase de aliento o un pequeño dibujo en la cartuchera, ayudan a los chicos a sentir la conexión con quienes los acompañan en casa durante el día escolar. También se puede planear una actividad para después de la escuela, como una merienda juntos o un paseo corto, para que tengan algo que esperar con alegría al finalizar la jornada.

Consultar con la escuela

Si el rechazo a la escuela persiste o se acompaña de llanto intenso, dolores físicos o cambios en el ánimo que no se resuelven con el tiempo, es importante conversar con la escuela. Los docentes y directivos pueden aportar información sobre cómo ven al niño en clase, si identifican alguna situación que lo angustia o si es necesario generar un acompañamiento más cercano para facilitar la adaptación. Trabajar en conjunto con la escuela permite construir estrategias de cuidado y acompañamiento.

Entender que cada niño tiene su tiempo

No todos los chicos se adaptan de la misma manera ni en los mismos tiempos. Algunos necesitan más días para volver a sentirse cómodos en la rutina escolar y para volver a disfrutar del espacio de la escuela. Acompañar con paciencia, transmitir confianza y reforzar con palabras que pueden lograrlo, ayuda a fortalecer su autoestima y a transitar este momento con calma.

Las vacaciones son un tiempo de descanso que muchos chicos disfrutan, y el regreso a la escuela puede traerles emociones mezcladas. Acompañarlos con escucha, paciencia y gestos cotidianos de cuidado permite transformar ese “no quiero ir” en una oportunidad de aprendizaje emocional, donde puedan descubrir que cuentan con apoyo y afecto para enfrentar sus miedos y volver a disfrutar del espacio escolar.