Por: Maximiliano Catalisano

Usar una plataforma institucional no es solo cargar contenidos o enviar tareas. Es una puerta de entrada al vínculo cotidiano entre escuela, estudiantes y familias. Bien aprovechada, puede ser una gran aliada para organizar los tiempos, sostener la comunicación y dar continuidad al trabajo escolar, incluso en contextos complejos. Pero también puede convertirse en un obstáculo si no se usa con claridad o si se cae en errores que generan confusión o frustración.

Una de las buenas prácticas más importantes es definir con anticipación cómo y para qué se va a usar la plataforma. Si se elige enviar solo tareas, el espacio pierde su dimensión pedagógica. Si se quiere usar para todo, puede abrumar. Lo ideal es marcar criterios comunes en el equipo docente para que las familias y los estudiantes reconozcan una lógica y puedan anticiparse a los movimientos que encontrarán al ingresar.

También es útil cuidar la presentación de los contenidos. Subir materiales sin organización o sin una breve explicación puede generar desconcierto. En cambio, si cada recurso tiene una consigna clara, un orden temporal y se vincula con otros contenidos, es más fácil sostener el hilo de trabajo. Incluir pequeños videos explicativos o mensajes breves puede marcar una diferencia enorme.

Otro aspecto clave es la frecuencia. No es necesario subir materiales todos los días, pero sí respetar cierta regularidad. Si un estudiante no sabe cuándo va a encontrar novedades, deja de entrar. La constancia construye hábitos y facilita el seguimiento de las propuestas.

Entre los errores más comunes está el uso excesivo de enlaces externos sin verificar si son accesibles o adecuados, o la sobrecarga de tareas sin tiempo de revisión. También se suele caer en el error de no revisar los comentarios o dudas que dejan los estudiantes, dejando la plataforma como un canal unilateral.

Es importante recordar que no se trata solo de una cuestión técnica. El uso pedagógico de una plataforma requiere intención, claridad en la comunicación y una mirada flexible para revisar lo que no está funcionando y hacer ajustes.

Cada institución puede construir su propio modo de habitar estos espacios, pero cuanto más se trabaje en equipo, más sencilla será la experiencia para todos. La tecnología no hace el trabajo por sí sola, pero puede mejorar mucho el día a día escolar si se la piensa como parte del proyecto educativo y no solo como una herramienta aislada.