Por: Maximiliano Catalisano
¿Qué pasaría si dentro de las escuelas, además de enseñar matemáticas o lengua, se enseñara a respirar, a escuchar las emociones, a calmar los pensamientos y a conectar con el presente? El mindfulness, o atención plena, es una práctica que poco a poco empieza a ganar lugar en las aulas como una herramienta que ayuda a mejorar el bienestar de estudiantes y docentes, y también a favorecer el aprendizaje. En un contexto escolar cada vez más dinámico y demandante, incorporar momentos de calma, pausa y autoconocimiento puede marcar una diferencia enorme.
El mindfulness consiste en entrenar la atención para centrarse en el aquí y ahora, sin juzgar lo que ocurre, aceptando las sensaciones, los pensamientos y las emociones tal como aparecen. En las escuelas, esta práctica suele adaptarse a ejercicios breves y simples, que pueden realizarse al comenzar la jornada, antes de una evaluación o como cierre de un momento de trabajo intenso. Respirar de manera consciente, realizar pequeñas meditaciones guiadas o explorar sensaciones corporales son algunas de las estrategias más utilizadas.
Su incorporación en el ámbito educativo trae numerosos beneficios. Por un lado, ayuda a los estudiantes a regular sus emociones, reducir el estrés y mejorar la concentración. Esto repercute directamente en su predisposición al aprendizaje, ya que una mente más tranquila está más preparada para incorporar nuevos saberes. Además, favorece la empatía, el respeto por los otros y la construcción de un clima escolar más sereno y amable.
Para los docentes, el mindfulness también se convierte en un recurso valioso. Enseñar es una tarea que requiere mucha energía, paciencia y gestión emocional. Las prácticas de atención plena permiten a los educadores recargar energías, regular sus emociones y afrontar los desafíos diarios desde un lugar más calmo y consciente. Incluso, algunos docentes que practican mindfulness logran mejorar su comunicación, su escucha y su presencia en el aula.
El mindfulness en la educación no necesita de grandes recursos tecnológicos ni de mucho tiempo. Basta con generar pequeños espacios durante la jornada escolar para detenerse, respirar y conectar. Algunos programas educativos ya lo han incorporado de manera sistemática, pero también es posible iniciarse en esta práctica con actividades simples y accesibles, que se adapten a cada grupo y a cada escuela.
Más allá de la edad o del nivel escolar, el mindfulness propone algo tan necesario como sencillo: aprender a estar presentes. En un mundo que avanza rápido y que muchas veces desconecta a las personas de sus emociones y de su propio cuerpo, volver al presente es un regalo. Una oportunidad para que los estudiantes no solo aprendan mejor, sino que también se conozcan mejor y se cuiden más.