Por: Maximiliano Catalisano
En el aula, muchas veces la experiencia más transformadora no llega desde una capacitación externa, sino desde una conversación con un colega. Compartir lo que funciona, lo que cuesta, lo que nos desafía día a día, puede generar aprendizajes tan valiosos como cualquier curso. La mentoría entre pares docentes es una estrategia que recupera ese potencial y lo transforma en una práctica sistemática, organizada, con impacto real.
Esta propuesta se basa en el acompañamiento entre colegas. No se trata de que uno “enseñe” y el otro “aprenda”, sino de generar un vínculo horizontal donde ambos crecen. Uno puede asumir el rol de mentor en algún momento y luego ser acompañado en otro. Lo importante es que haya escucha, compromiso, respeto y una mirada conjunta sobre la tarea docente.
Un espacio de mentoría puede adoptar muchas formas. Puede organizarse a partir de reuniones quincenales, observaciones de clase, intercambios de materiales o simplemente una charla con registro y seguimiento. Lo ideal es que haya un objetivo claro y tiempos pautados, pero sin perder espontaneidad. No hace falta esperar a que sea una iniciativa institucional: muchas veces surge de la propia voluntad entre docentes que se animan a repensar sus prácticas juntos.
Una de las mayores fortalezas de la mentoría es que permite sostener el aprendizaje en el tiempo. A diferencia de los talleres puntuales, este tipo de vínculo favorece el intercambio cotidiano y el acompañamiento ante dificultades concretas. También potencia la autoestima profesional, al reconocer los saberes del otro y animarse a mostrar lo que uno hace sin temor a la evaluación externa.
En contextos donde el cansancio y la rutina pueden jugar en contra, tener un par que escucha, sugiere o simplemente comparte lo que vivió con un grupo, puede marcar la diferencia. Además, este tipo de espacios fortalece la cultura institucional, porque se construye desde la confianza y el deseo de mejorar sin recetas mágicas.
Abrirse al intercambio no es un signo de debilidad. Es, más bien, una forma poderosa de crecer acompañado. La mentoría entre pares invita a salir de la soledad del aula y descubrir que, con otros, todo se enriquece.