En nuestras familias, es común naturalizar el uso de etiquetas para describir a nuestros hijos. Comentarios como «Juan es muy estudioso», «María es desobediente», «Anita es inquieta», o «Lucio es vago y no quiere estudiar» son frases que surgen casi de manera automática. Sin darnos cuenta, las usamos en el día a día. Pero, aunque nos pueda parecer inofensivo, las etiquetas que asignamos tienen un impacto profundo en los niños y jóvenes.

Poner una etiqueta es fácil, pero quitarla es una tarea difícil. Con el tiempo, las etiquetas pueden nublar nuestra percepción, y dejamos de ver a la persona real detrás de ellas. Quizás los motivos que nos llevaron a etiquetar a un niño ya han desaparecido, pero la etiqueta persiste, moldeando la manera en que lo vemos y lo tratamos. ¿Cuántas veces hemos seguido describiendo a un niño como «problemático» aunque haya pasado meses desde la última vez que se metió en un conflicto?

Es fundamental aprender a distinguir entre la persona y la conducta. Un niño no es «vago» simplemente porque en una ocasión no se esforzó lo suficiente. Quizás, por razones que aún no comprendemos del todo, no se sintió motivado o no encontró el apoyo que necesitaba. Un niño no es «conflictivo»; puede que simplemente no haya desarrollado las habilidades necesarias para resolver problemas y necesite una guía, no un castigo severo. Un niño no es «mal estudiante»; tal vez nunca le han enseñado a estudiar de manera efectiva.

Cuando nos centramos en la conducta en lugar de definir a nuestros hijos por sus acciones, abrimos un espacio para soluciones. De esta forma, podemos abordar las situaciones desde una perspectiva más constructiva. Las personas no son su conducta. Y si logramos ver la diferencia, podremos trabajar de manera más consciente para ayudar a nuestros hijos a mejorar en las áreas que lo necesitan.

Como padres, el primer paso es ser conscientes de que las conductas, por más desafiantes que sean, pueden corregirse desde una mirada amorosa y comprensiva. En lugar de poner etiquetas, observemos a nuestros hijos con curiosidad, intentando entender el por qué detrás de sus acciones, y recordemos que están en pleno proceso de aprendizaje. Un enfoque amoroso y paciente les permitirá crecer sin las limitaciones de las etiquetas, desarrollando su potencial con libertad.

Transformemos nuestra manera de hablar y pensar sobre nuestros hijos para ayudarlos a ser la mejor versión de sí mismos.

MARTA BONSERIO

Directora Pedagógica

El Portal Educativo